miércoles, 1 de marzo de 2017

Trainspotting 2. (Danny Boyle, 2017)

Obviamente, es diferente a su antecesora de hace 20 años. Porque tiene que serlo. Igual que ocurre con el mundo, con las personas, el tiempo hace su trabajo. Lo que hace dos décadas era una desventura de un grupo de niñatos descerebrados, ahora es un panegírico de la madurez de unos tipos que son unos balas perdidas, que hacen conciencia colectiva sobre lo que se quedó atrás, y sobre lo que les sigue persiguiendo. Los que antes eran unos deliciosos gamberros, ahora son un grupo de miserables que van dando tumbos. 

El espíritu se mantiene, hay una buena colección de escenas memorables, y la nostalgia hace mella, aunque bien utilizada al no ser factor determinante de la película, sino un impulsor de una nueva historia que protagoniza un cuarteto que ya no es el mismo que fue, y sin embargo siguen siendo los mismos. La vida es así, ¿eh? Y la película es fiel reflejo de ello. Esta vez la historia no tiene a pie del cañón el tema de las drogas ni el posterior síndrome de abstinencia, aunque sigan estando muy presentes en ella porque han marcado la existencia de estos muchachos. Al igual que en la predecesora, acciones y consecuencias es lo que se subraya, siendo ahora lo que ocurre tras las consecuencias el nuevo tema a debatir. 


En esta ocasión, el peso no cae tanto en el personaje de Renton, que es más el utensilio unificador, y el drama coral se centra más en cómo ha evolucionado el resto de la tropa. Se puede decir que Renton apenas ha evolucionado desde el final de la primera parte. Y así, tenemos a Spud que hace las veces de cronista lúcido y cuya moral sigue siendo la menos cuestionable del grupo, pese a ser el más afectado por su entorno y que ha tocado fondo; a Sick Boy, que ha pasado de ser un simple pícaro avaricioso a ser un verdadero canalla sin nada que perder (el paso de la heroína a la cocaína define perfectamente su actualidad); o Begbie, quien copa mucha atención con un papel casi antagonista que no muestra intenciones de reconciliación. La reiteración de los errores ya cometidos, la sombra de la culpa, rencores, o la sensación de que el pasado es intangible y no se puede recuperar, son varios temas de lo que ahora trasciende. Mientras que la primera parte filosofaba sobre todo lo que se puede elegir, sobre la decisión de hacer lo que uno quisiera con todo el tiempo que tiene a su disposición para derrochar, en esta ocasión los dramas personales acarrean las pocas oportunidades que les quedan para poder reengancharse a la vida.


No hay que olvidar el estupendo trabajo de fotografía, con composiciones y aberraciones que indagan en el interior de nuestros desventurados protagonistas, y el de sonido, destacando una banda sonora que una vez más vuelve a ser partícipe de la narración. 'Trainspotting 2' es una secuela reafirmante y que no molesta, un dibujo sobre una vida perdida en los excesos.

7,5/10


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