Primera película que hizo pleno en las categorías principales de los Oscars, y muy seguramente la precursora de lo que más adelante sería conocido como screwball comedy. Por si no son pocos los méritos, metió en la lista de principales productoras de Hollywood a Columbia Pictures. Estamos hablando de una producción de 1934, y para ponernos aún más en contexto, el cine sonoro apenas tenía 7 años de vigencia a nivel comercial.
Para el espectador actual, tenemos una obra muy rebasada por otras películas posteriores, con un ritmo demasiado pausado para tratarse de una comedia de enredo, muy inocente, con metraje de más y escenas de transición con demasiado protagonismo respecto a las que deben copar relevancia. Para el momento, Clark Gable y Claudette Colbert tienen miga entre sí, sacan bastante rédito de unos personajes que van hasta las trancas de estereotipos, tiene un aroma empalagoso y bienintencionado que hacía las delicias del espectador burgués del momento, y una realización de corte industrial, muy limpia, sencilla y rasurada, algo normal para Frank Capra, acostumbrado a ir de un rodaje a otro sin parar.
A decir verdad, le falta garbo y gracia, los enredos que se suceden carecen de intriga alguna, y desde el primer momento se intuye que el dúo protagonista está condenado a entenderse. Para ser justo, sirve de inspiración a lo que estaba por venir, no hay que quitarle el mérito de allanar camino y sentar base. Tiene algún rasgo que puede resultar interesante, como cierta intromisión en los conflictos de clase o la defensa de la libertad individual. Todo a un nivel muy profundo, puesto que lo que copa protagonismo es el sentimentalismo y el romance previsible.
Muy nostálgico hay que ser para disfrutar completamente de ella a día de hoy. Por cierto, el título es mentira, la historia no sucede en una noche. Apreciable por el legado que deja, pero me quedo con el legado.
6,25/10
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