jueves, 23 de marzo de 2017

La Bella y la Bestia. (Bill Condon, 2017)

Ay, los feelings, qué difícil son de manejar cuando te enfrentas a visionar la adaptación de tu película de animación favorita. No voy a engañar a nadie: la película me ha gustado y salgo de ella habiendo pasado un buen rato. Que, ahora bien, en ese buen rato ha habido más nostalgia que emociones nuevas.

Voy a empezar por las cosas buenas. El diseño de producción es precioso, sabe captar la magia de la original y transportarla a la imagen real, y varios números musicales son una delicia, especialmente el dedicado a Gastón en la taberna (Josh Gad como Lefou coge las riendas de la escena, como casi todas sus apariciones, y te hace partícipe de ella) y "Be our guest / Qué festín" es un show tremendo (siempre y cuando la cámara no se centra en Bella, luego os comento). Introduce detalles nuevos que aportan empaque a la historia (me gusta la incursión en la historia de la hechicera), y las escenas comunes poseen un grado de fidelidad y respeto a la original muy agradable. Hay detalles que vuelven más crueles y angustiosas las circunstancias de los criados convertidos en objetos, y la urgencia que les acongoja cada vez que un pétalo de la rosa cae también me cala bastante. El blanqueo o, por llamarlo de otra manera, el acercamiento emocional hacia el personaje de la Bestia propicia momentos muy tiernos, tristes y melancólicos. Y también lleva bien el intercambio del síndrome de Estocolmo que siempre se le ha atribuído a la historia por un mensaje de empoderamiento y control de Bella de la situación en la que está metida (esto es Disney en pleno 2017, aceptemos que todo lo truculento y macabro va a quedar suavizado y sus mensajes van acordes a los tiempos que corren y a cierto populismo).


Pero es una película hecha con más corazón que cabeza. Empecemos por el que creo es el principal problema: Emma Watson. Se le queda grande. En su personaje hay más de Emma Watson que de Bella, y noto una extraña sensación de estar viéndola todo el rato como si estuviese encantada de estar en ese papel de manera consciente, lo que resta naturalidad a pedradas. Y en las escenas de predominio de CGI (el número musical antes mencionado, por ejemplo) está muy mal dirigida, está alejada de los personajes del castillo, parece una mera espectadora pasiva, un adorno. Le falta asombro por lo que le rodea, y por mucho que haya ganado en valentía, alguna expresión de miedo debería haber caído al enfrentarse a la Bestia. El blanqueo de Bestia también tiene su parte negativa: es menos bestia, menos animal, menos violento, camina erguido desde el primer momento, es culto,... En fin, es muy fácil enamorarse de él. Y por lo tanto es menos interesante. La película está deseando esconder al monstruo de la primera mitad para mostrar su lado dulce. Eso me recuerda que la película se toma poco tiempo para respirar y tomar aire, a menudo va al galope de una secuencia a otra sin permitir digerir al espectador. Hay falta de fascinación. Sin ir más lejos, al importante momento en el puñetero ala oeste se llega de una manera precipitada, la curiosidad por ese lugar prohibido está muy mal llevada (en la de animación es la propia Bestia quien le advierte a Bella que no debe ir ahí, aquí son los objetos, lo que no impacta tanto). Y el CGI de los personajes canta con ciertas iluminaciones, aunque no es algo que me llegue a molestar.


Respeto mucho su intento de feminizar el contenido, pero lo hace de manera demasiado obvia, en ciertos aspectos parece una lección de feminismo para dummies, podría haber sido mucho más valiente en todo este aspecto, y me entristece esa oportunidad perdida. Da la sensación de que los cambios introducidos han sido llevado por gente que quiere transmitir un mensaje positivo, pero que lo hacen equivocando las razones por las que lo hacen. Las intenciones son buenas, pero muchas veces a la voluntad hay que sumarle conciencia. Quienes sí saben de qué va la cosa están comodísimos: Luke Evans lleva la villanía y los celos de Gastón a un nuevo nivel, Ewan McGregor e Ian McKellen se están divirtiendo todo el rato, Kevin Kline lleva el cambio de empaque de Maurice maravillosamente,... 


Es una adaptación que tiene esmero y cariño, y tiene honestidad en cuanto a saber que se hiciese como se hiciese no iba a poder estar a la altura de la de 1991. No es ni la sombra de aquella, aunque tampoco se aparte demasiado. Podría haber sido un desastre enorme, y en cambio los muebles quedan bien salvados (vaya chiste de doble sentido me ha salido sin querer). Con sus reservas, es un remake que funciona incluso con el peso limitador que lleva a cuestas por la importancia de la original. 

6,5/10


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