Si algo caracteriza a Shyamalan son las buenas ideas, pero que no siempre son llevadas por el camino correcto. 'Split' es lo mejor que le podía ocurrir al realizador hindú, le sirve como redención y corroboración de que sigue habiendo sangre en sus venas. Impregna de nuevo el aroma de la angustia y del estado de alarma, como hacía hace 15 años, sabiendo dónde y cuándo sorprender, afianzando la idea general de la película sin necesidad de reforzarla con inventos o explicaciones fuera del tiesto, y deja tan buen sabor de boca como una remontada de tu equipo favorito en el último minuto.
Tengo la sensación de que Shyamalan es un tipo que hace mejores historias en cuanto más se aleja de sí mismo y más se deja llevar por lo ajeno. O por lo menos las explica mejor. No entra en la necesidad de lucimientos y antojos particulares que no llevan a ningún sitio para poder planificar de manera personal, elegante y elocuente. Otro punto a su favor es que no lleva debajo del brazo ningún mensaje moralizante que a veces tanto frustra en sus historias. Además, esta vez sí es consciente de su mayor cualidad, el clímax y los giros, y toda la película trabaja para esos momentos. Se vuelve más poderoso en cuanto sabe ocultar información sin necesidad de engañar acerca de ella. Y aboga por la extrañeza de su obra de forma rigurosa y sin caer en ridículos, precisamente siendo consciente de los momentos absurdos, que los hay, pero a diferencia de anteriores trabajos hay autodeterminación en ellos, no tiene dudas al respecto.
No podía ser tan lúcida sin la impresionante caracterización de James McAvoy, capaz de caricaturizar milimétricamente sus múltiples personajes en un único envase. Cada gesto está trabajado y esmerado, es capaz de ser terrorífico, angustioso, desorientado y tierno en el mismo metro cuadrado de su interpretación, y contiene con aplomo la necesaria exageración de su papel. Sabe estar a la par la conductora de la trama, Anya Taylor Joy, que con un personaje menos llamativo pero igual de interesante le sigue el juego y logra que el envite entre ambos esté medido.
El regalo que nos ofrece al final hace que la película tome otra dimensión. Lo que podía pasar por una buena película de suspense se convierte en algo más importante y significativo. No solo por la sorpresa, sino por, como he dicho antes, haberlo sabido esconder. Es la prueba definitiva de que Shyamalan ha sabido reencontrarse consigo mismo.
8/10
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