Gamberrismo bien planificado, que huye de coñas infantiloides y se vale de su consciente superficialidad para atreverse a entrar en el terreno de lo radical, sin medias tintas y sin necesidad de tener que edulcorarse y pedir perdón por su humor e ironía. La diferencia entre esta película y otras del género que han intentado sobrepasar el estatus de entretenimiento adolescente es que no se echa atrás en su apuesta, y va con todo asumiendo que no se le puede caer bien a todo el mundo, por lo que el público al que va dirigida sale encantado.
Lo primero a destacar de 'Kingsman' es que sabe ganarse nuestro respeto. Su humor es tonto pero usado de forma inteligente y su acción es bestia pero sofisticada. Sabe medir bien sus dos principales bazas. La parodia al cine de espías es latente, en concreto a todo lo referido a James Bond antes de la llegada de Daniel Craig, pues la saga del agente 007 hasta entonces siempre había tenido cierta dosis de broma y caía en ridículos de los que ella misma sabía reírse. 'Kingsman' ataca en ese sentido, en el de utilizar la exageración y la extravaganza como pilares vitales de su universo, y los defiende con uñas y dientes.
Impresiona ver a Colin Firth en el papel de gentleman y snob pasado de vueltas. Conjuga la flema británica con la acción más sofisticada y elegante que oculta la bestialidad de su personaje, defendiéndose macabramente bien en las escenas físicas. Es sin duda lo mejor de la película junto a Samuel L. Jackson que saca provecho de un personaje que carece de filtro para payasadas, y Mark Strong que se apodera de las escenas en las que tiene aparición. Quizá lo más endeble en este apartado sea el propio protagonista, Taron Egerton, al que le pesa la juventud frente a las tablas del resto del reparto.
Matthew Vaughn nos proporciona una buena dosis de salvajismo, menos zafio que el de 'Kick Ass', con el mismo sentido del ridículo de 'Stardust', y con el mismo pulso para pisar el acelerador que tuvo en 'X-Men: First Class'. Por supuesto, con mala leche y ganas de no dejar títere con cabeza como sellos propios. Una de esas películas que no pretenden que salgas de su visionado siendo mejor persona y que va directa a un único objetivo: entretener. Y vaya si entretiene.
7/10
Personalmente me pareció superior a Kick-ass tanto en el humor como en la estética y el montaje. Es un divertimento inteligente y autoconsciente que da lo que el público quiere, pero a su manera.
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