sábado, 4 de febrero de 2017

Contratiempo. (Oriol Paulo, 2016)

No es ningún secreto el buen momento que vive el cine negro español. Pero tampoco hay que confundir las buenas intenciones y la capacidad técnica con los buenos resultados y la capacidad narrativa. 'Contratiempo' se sumerge en un misterio que según avanza en su desengranaje, va acumulando rémoras y agujeros que tapará con tiritas y hormigón, lo que le pasará factura en su tercio final y hará que el conjunto caiga como un edificio viejo y preparado para su demolición. 

Con una ambientación lograda visualmente, se olvida de los matices claves para dotar de verdadera dimensión al puzzle, confunde sobriedad con carácter, carece de eslabones que engrasen la resolución, no pule detalles, que cuando quiere desvelarse resulta forzada e incongruente, y las sorpresas que se reserva se desploman tanto por no haber trabajado ciertas bases como por hacer trampas y querer colarlas como engaños y prestidigitación propios del género. En el momento en que la magia desvela sus trucos, deja de ser magia y pierde su halo seductor. El hermetismo que refleja me saca a menudo de ella, en ningún momento dejo de ser consciente de que es una ficción. Por lo tanto, problema gordo. 


Por otro lado, hay diálogos poco naturales e innecesariamente adustos, pretenciosamente maquillados de palabras importantes que no dicen nada. En ese aspecto, un actor como Mario Casas está vendido. Ojo, no digo que sea mal actor, porque no lo es, y ya ha demostrado que tiene registros interesantes y sorprendentes. Pero sí que es verdad que necesita ser bien dirigido, y en este caso no lo está. Incluso una acción aparentemente tan sencilla como es fumar parece tosca en el personaje que lleva a cabo, más cercana a la pose de la ficción publicitaria que a la de la cinematográfica, y reiterándome a los diálogos, muchos de ellos salen de su boca sin ninguna credencial. La química con Bárbara Lennie es inapreciable, y ella hace sobreesfuerzos palpables que también hacen mella en algunas escenas. Mucho más cómodos están José Coronado y Ana Wagener.


Los excesos acaban machacando un thriller que da demasiadas vueltas, ahogan un elaborado esquema que tiende al efectismo, que pese a la valentía de correr riesgos termina precipitándose. Se toma a sí misma demasiado en serio queriendo aspirar a una liga mayor a la que no tiene capacidad de alcanzar. 

5,5/10


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