jueves, 28 de enero de 2016

La gran apuesta. (Adam McKay, 2015)

Una lectura de la crisis económica reciente que funciona brillantemente como una viñeta: cómica e irónica señalando con una acertada mofa a los culpables, trágica y amarga exponiendo las consecuencias. Un exponente de que las mejores comedias esconden en su interior un feroz drama

La película tiene cierto aire documental engranado a la trama, dividida en cuatro historias de cuatro personajes, siendo el de Ryan Gosling el punto de apoyo de todas ellas, con un mismo plan estratégico con el que sacar ganancias de la profetizada crisis inmobiliaria que nadie más quiere ver, y se asegura de que cualquiera pueda entender su mensaje recurriendo al estilo for dummies sin infravalorar en ningún momento la capacidad intelectual del espectador. Sigue en ese sentido la estela de 'El lobo de Wall Street', siendo más natural y menos excesiva, conservando un sentido del humor atrevido y honesto, y haciendo que la inapetente jerga económica y financiera resulte excitante. Al igual que aquella, las oportunas rupturas de la cuarta pared y el enérgico montaje otorgan un dinamismo a sus dos horas de metraje que consolidan un entretenimiento de gran prodigio. 


Un entretenimiento respaldado por un reparto en estado de gracia. Me extraña que las nominaciones a los grandes premios se las haya llevado únicamente Christian Bale. Si bien son merecidas, pues su trabajo en el que buena parte de sus apariciones está solo en su despacho haciendo divagaciones y apenas interactuando con otros personajes es formidable, es el personaje de Steve Carrell el que realmente acaba asombrando. No solo por el indómito cinismo bajo el que esconde un fuerte sentimiento de culpabilidad que le acompaña desde el principio, sino por reflejar sinceramente la indignación del espectador y de quienes han sufrido el disparatado crimen real que denuncia la película. Una frustración que crece tras someterse a varios enfrentamientos contra banqueros, economistas, funcionarios, brókers y agentes inmobiliarios, y que llega a unas conclusiones muy claras acerca del amparo hacia los responsables y la codicia de una estafa que han pagado los más débiles del sistema. Su momento "¡BOOOOM!" bien podría ser una de las interpretaciones más amargas y francas del cine reciente.


La película hace reír, pero escuece. Porque es dura, realista y deja varias preguntas sobre las innumerables posibilidades y engaños que lleva implícitos el juego del capitalismo. Al igual que esa pionera osadía de Chaplin con 'Tiempos modernos' desmenuzando un sistema deshumanizado y alienante, 'La gran apuesta' funciona tanto como una burla hacia el mismo como una catastrófica desdicha, dejando la advertencia de un futuro tropiezo ante la misma piedra. Su visionado es importante y necesario. 

8,5/10

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