domingo, 28 de febrero de 2016

El Caballero Oscuro Renace. (Christopher Nolan, 2012)

El desenlace de la trilogía de Nolan es tremendamente coherente con las reglas impuestas durante las dos primeras partes. La película te mantiene aferrado a la butaca durante sus 160 minutos de metraje, tiene la acción mejor filmada, más épica y más desmesurada de todo el conjunto, Christian Bale está más entregado que nunca y da el mejor Bruce Wayne posible en la película de Batman en la que el hombre murciélago apenas disfruta de 20 minutos en pantalla, y el laberinto en el que te sumerge el guion definitivamente merece la pena.

Sin embargo, no podemos obviar algunos problemas que esta batalla campal contiene, y que tienen un arreglo complicado. Nolan tira de talento y experiencia sobre el terreno para regatearlos con más o menos ahínco, pero el reposo queda ahí. Principalmente sucede que al director aún le quedaban dos o tres historias con potencia que contar, pero solo una película por hacer, y lejos de prescindir de alguna de ellas, las condensa. El resultado viene a ser lo siguiente: una puesta en escena magnífica y la minuciosa y precisa colocación de las fichas sobre el tablero, que configura dos primeros actos trepidantes, llenos de suspense y adrenalina, pero un tercer acto que no soporta tal carga, en el cual se acumulan todos los obstáculos que entorpecen el desenlace de la narración. Por simple desbordamiento de varias tramas que se comen unas a otras. 


Como ya he anunciado, tenemos el mejor Bruce Wayne que se nos podía brindar, agotado, lisiado y más encerrado en sí mismo que nunca. Su caída al más profundo de los abismos es tan dolorosa como gloriosamente resuelta. Pero tener al protagonista en tan alta estima tiene una consecuencia dramática para tres personajes que deberían haber tenido su correspondiente peso bruto, y que se ven empequeñecidos. El primero es Alfred, demasiado plañidero, y forzado a un inmerecido mutis por el foro a mitad de la función. El otro personaje que ha tenido mejores tiempos y que ahora resulta dubitativo y torpe es Gordon, más aún viniendo de su considerable y sólido papel en 'El Caballero Oscuro'. Y el tercer personaje empañado es John Blake, un pseudo-Robin interpretado por Jason Gordon Levitt cuya conceptualización es acertada, pero mal introducido en una historia que no tiene tiempo de indagar dentro de él y de dotarle de suficiente protagonismo para la relevancia final que se supone que tiene. 


Centrándonos en los dos nuevos personajes que destacan, Selyna Kyle es perfecta. Anne Hathaway dota de gracia y chispa a esta Catwoman aliada pero con intereses propios, es sexy y divertida, tramposa, y en cierta manera arrebata algunas escenas al propio Batman. Y el villano Bane, una mole de músculos interpretado por Tom Hardy, quién detrás de esa máscara logra la agresividad, las asfixia y la fiereza imperativas en él. Sin embargo, es el más perjudicado del barrizal que es el tercer acto, humanizando a la bestia y restringiéndole al realismo del relato, y desinflando tamaña brutalidad en pos de un antagonista en la sombra cuya irrupción llega demasiado tarde como para que al espectador le dé tiempo a valorar la amenaza que supone.


La película tiene estos altibajos que, sin embargo, no impiden disfrutar de ella. Se agradece de nuevo que la acción, las explosiones y las batallas (esta vez una auténtica guerra urbana) sean reales, los efectos visuales están reservados para lo estrictamente necesario, el poderío visual y sonoro hacen virguerías, se huye de los clichés y se intenta dotar de un lenguaje, atmósfera y universo propios a los que la mayoría de pelis de supers ni siquiera se acercan, y no se escatima en meter los guiños a las viñetas dentro del marco impuesto, introduciendo en la historia un no fantástico pozo de Lázaro y la acertada naturaleza no fantástica del villano. 


Superar a la antecesora no era un requisito. 'Rises' mantiene la línea y termina la franquicia de la manera más honesta posible. El aplauso por atreverse a llevar este Batman hasta sus consecuencias finales sin dejarse arrastrar por las tendencias actuales del subgénero es merecido.

7,5/10


viernes, 26 de febrero de 2016

Deadpool. (Tim Miller, 2016)

No quiero ser un aguafiestas, pero, sinceramente, me esperaba bastante más. Por supuesto que la película del mercenario bocazas tiene todos los ingredientes que se supone que tiene que tener: acción, violencia, sangre, sexo, payasadas, bromas infantiles, lenguaje soez, metareferencias burlonas y la confidente ruptura de la cuarta pared por parte del antihéroe. Lo malo es que esos ingredientes están mal mezclados. Exprime tan a fondo su principal baza, o sea Deadpool, que pasado el primer acto ya le ha sacado todo el jugo, y el resto de la película es simple inercia que repite las mismas gracias, el mismo repertorio de peleas, y deja un final mucho más flojo que el prometedor inicio.

Dicho de otra manera. Había ratos en los que no estaba del todo seguro de estar asistiendo a un spin-off de la saga 'Scary Movie' en vez de a uno de los 'X-Men'. Y me duele de veras, porque la película tiene material de sobra para ser mucho mejor. Se empeña tanto en dotar de absoluto carisma a su protagonista que se olvida de otros recursos por explotar, y no termina de ser tan irreverente como pretende, sino que se queda a la altura de rebeldía adolescente. De momento, la novia "prostiputa" tiene mucha más garra de la que finalmente muestra, porque con la presentación que se nos ofrece de ella termina siendo el eterno florero femenino del género. No me apetecía ver a Morena Baccarin siendo la chica en apuros, no en esta peli. Su personaje se merecía mucho más. El otro personaje femenino, Negasonic Teenage Warhead, está absolutamente desaprovechada, y apenas tiene... ¿dos minutos de lucimiento? Coloso sí me gustó como contrapartida humorística, con sus excelentes modales y su paciencia infinita. Aunque en la parte de la acción también queda deslucido. Y el villano... En fin, un villano de "soy malo porque tiene que haber un capullo al que odiar". Aunque en ese sentido es a lo que Marvel nos tiene acostumbrados. 


Y sí, Ryan Reynolds hace del espectáculo su propio show, se come la pantalla, se divierte y su personaje está gloriosamente chiflado. Como tiene que serlo. Pero se cae porque todo lo que le rodea se lo pone demasiado fácil para desatar todo su mal gusto. Y no me refiero a la historia, que más simple no puede ser pero que tampoco tenía demasiada importancia. Se cae por concederle a él todo el peso, por no ofrecerle contrapeso. Y Deadpool es gilipollas de toda la vida. Si a un gilipollas no le pones filtro le acaba ocurriendo el efecto Dani Rovira, que lo poco gusta y lo mucho cansa. Ese efecto de tipo encantado de conocerse a sí mismo y que copa todas las miradas estaba más logrado con Starlord de "Guardianes de la Galaxia". O, por poner otro ejemplo de antihéroe engreído y subnormal perdido, Nathan, de la serie británica "Misfits", se porta mejor en ese aspecto al tener amortiguadores alrededor. 


Lo dicho. La película puede divertir y entretener, y Wade Wilson es todo un personaje, pero esas mallas rojas dan mucho más de sí. La película no puede apostar toda su sostenibilidad a sus chistes y gansadas. Si la confirmada secuela tiene eso en cuenta, le irá mucho mejor. De lo contrario, la fórmula quedará más agotada que el cinismo de Tony Stark en las secuelas de 'Iron Man'.

6/10


jueves, 25 de febrero de 2016

'Ender el xenocida', de Orson Scott Card.

Ender es una de las mejores sagas de ciencia ficción con la que te puedes topar. Aquel intento de película fue un inmenso error que la confundía con un tono cercano al de un Harry Potter galáctico, cuando no tienen nada que ver lo uno con lo otro. No dejo de recomendar su lectura al margen de esa dolorosa experiencia cinematográfica, una de las peores adaptaciones que se podían hacer por no entender ni su historia ni su lenguaje.

Los dos primeros libros de Ender indagan en hipótesis filosóficas y antropológicas a través de las largas reflexiones de sus personajes. En 'La voz de los muertos', un adulto Ender llegaba a la colonia espacial de Lusitania, donde los habitantes siguen la doctrina de la fe católica, y donde se encuentra con una nueva especie inteligente, los cerdis. Aparte de tener que realizar la misión de indagar en la muerte de un humano por parte de los aborígenes y darle una explicación comprendiendo esa extraña sociedad con la que comparten territorio, debe interferir en los asuntos de una problemática familia de científicos, y además averiguar si el hábitat es viable para la supervivencia de la Reina Colmena que lleva consigo desde que cometió el genocidio contra los insectores. En esto le acompaña la inteligencia artificial Jane, la que irá ganando peso en este tercer episodio que nos acontece al decidir cortar comunicaciones con la Flota Interestelar, que les expone a un posible genocidio debido al miedo de que lo que propicia la vida en el planeta pueda aniquilar al resto de la humanidad de la galaxia si se expande.

El discurso dominante en 'Ender el xenocida' es el enfrentamiento entre la ciencia, la metafísica y la religión. Al igual que en los capítulos anteriores, la lectura es ágil e invita a la propia reflexión y expande la mente del lector hasta límites excepcionales con hipótesis y teorías acerca de la propia vida, o más específicamente, qué se puede considerar vida como tal, y el papel que desempeñan en ella no solo los seres humanos, sino el conjunto de los seres vivos de cualquier naturaleza. Para ello se vale de personajes con puntos de vista contrapuestos, teniendo en cuenta no solo sus motivaciones, sino la sociedad en la que se ha criado cada uno y la educación recibida, los traumas que han sufrido cada uno, la empatía o repulsión que puedan sentir unos por otros, el arraigo y desarraigo que tienen en sus clanes, o el conocimiento o ignorancia que tienen hacia el resto de comunidades y de sus intenciones y actitudes. Desde luego, si algo hace a la perfección Scott Card durante toda la saga es ponerte en la piel del otro y hacerte comprender el porqué de sus costumbres, sin perder de vista que nosotros, limitados a nuestra propia especie, no llegamos a compartir. En la ficción este experimento lo lleva a cabo mediante especies alienígenas, pero es perfectamente aplicable a la realidad, con la distancia que puede haber entre unas comunidades y otras por las diferencias culturales.

Aparte, en esta ocasión entra en juego una nueva colonia humana, Sendero, que sigue las costumbres antiguas chinas y su profesión hacia los dioses, en la que las élites están copadas por los agraciados, personas de inteligencia suprema pero sometidos a excesivos castigos por parte de las divinidades. Las supersticiones y la fe ciega se ven interrogadas según avanza su historia, que llegará a su éxtasis cuando se cruza con la de aquellos que viven a cientos de años luz en Lusitania, cuyos destinos dependen de estas personas a quienes la Flota Interestelar ha encomendado la misión de averiguar quién o qué está interfiriendo en sus planes de destrucción de la colonia rebelde. Para colmo de males, una última amenaza a la que se enfrentan es al virus que permite la vida de los cerdis y de toda la vida autóctona del planeta, pero que es inviable a mediano plazo para la supervivencia humana, y que evoluciona a un ritmo mayor del que los científicos son capaces de investigar en una posible adaptación a él. Como mencioné antes, su previsible expansión por la galaxia y la rebelión interna de los bosques lusitanos, provocando conflictos con los colonos, colocan el factor contrarreloj a la historia, en una sucesión de enfrentamientos derivados del temor y el desconocimiento que tienen unos de otros.

Si bien la trama se vuelve compleja y enrevesada de más, y que no logra el efecto satisfactorio que sí dejaban los anteriores libros, 'Ender el xenocida' sigue siendo un disfrute literario y una gozada para la imaginación. El giro final es propicio para complicar aún más la ya tensa y difícil situación de los personajes, quienes la mayoría han ganado peso a costa de un Ender cada vez más encerrado en sí mismo. Pero eso sí, ahora toca un reposo antes de seguir con 'Hijos de la mente', la cuarta parte de la odisea de aquel niño entrenado para las guerra insectoras.

martes, 23 de febrero de 2016

El Ministerio del Tiempo. Primera temporada.

Pocas veces ha ocurrido un milagro de tal calibre en la televisión española como el que ha obrado esta serie. Con el lastre de pasarse sus tres meses de emisión amenazada con la cancelación por un supuesto share que no colmaba las expectativas depositadas en ella por parte de TVE, fue la propia audiencia la que a través de las redes sociales clamó masivamente por su continuación. Y es que pocas ficciones han logrado colocar entre los temas candentes del momentos a personajes tan distantes en la historia como Velázquez, Torquemada, Isabel II, Lope de Vega, Lorca o a los propios Leño. Esto no solo convierte a esta serie en un descubrimiento diferente al que nos acostumbra el audiovisual patrio, sino en algo necesario por atreverse a dar ese paso de calidad en las historias que cuenta, exponiendo la riqueza cultural que posee España sin recurrir a la didáctica, consciente de sí misma como entretenimiento puro y duro, con dos armas principales bien combinadas y esgrimidas: el humor y la intriga.

Por una vez podemos disfrutar de una serie hecha aquí que es ficción pura, y por lo tanto, como buena mentira, en sus entrañas está contándonos la verdad. Es injusto reducirla a una comparación con 'Doctor Who', porque aparte del McGuffin del que parten ambas o de sus excelentes guiones, poco tienen que ver. A través de los viajes al pasado, el perfecto trío protagonista nos transporta a 8 primeras aventuras con una ambientación impresionante, costumbristas, solemnes, más sencillas que simples, pero insólitas y con una pulcritud en toda su producción impecable. Tiene el mejor inicio posible, que no hace más que crecer durante estos primeros episodios hasta alcanzar ese colofón final con la trama de Leiva y el antológico episodio en la Residencia de Estudiantes. Cabe destacar el casting, que apuesta por gente experimentada y con tablas (qué bien sienta escuchar a actores que saben hablar de forma natural delante de una cámara, coño. A ver si empezamos a advertir que un sonido impecable es tan o más importante que la imagen para lograr un producto decente). Aparte de Rodolfo Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda (grande Alonso de Entrerríos), los secundarios, muchos de ellos interpretados por acostumbrados actores de doblaje, encajan y hacen química entre ellos. Pocas series cuidan tan bien a sus personajes episódicos, subrayando el papel de Ángel Ruiz como Federico García Lorca.


Emociona la pasión por un trabajo bien hecho, lo bonito que es ver el contínuo esmero técnico, y el perfeccionamiento tanto del montaje como de la postproducción. Su formato de 70 minutos por episodio está muy bien aprovechado, no cuela ni escenas de más para rellenarlo, ni se queda corto. De hecho, se pasan volados. Como ya apunté antes, la serie ha tenido que cargar con la cruz de ver peligrar su continuidad, por lo que se ve obligada a cerrar casi todas las tramas de manera un tanto apresurada, cayendo en un Deus ex Machina que podría haberse evitado con la tranquilidad de quien tiene asegurado su futuro. Pero incluso esta jugada le sale bien, aparte de ser un notable gesto de respeto hacia su audiencia al asegurarse de no dejarla tirada en caso de su ya desechada cancelación.


En definitiva, dentro de un panorama acostumbrado a las parodias facilonas o a los dramas de intensidad sobreexcitada, 'El Ministerio del Tiempo' es una serie sin complejo alguno, que sabe ironizar y sacar chascarrillos sin tener que pedir perdón por adelantado, que incorpora temáticas como el papel de la mujer en la sociedad a través del tiempo o la homosexualidad con naturalidad, firmeza y sin ningún pudor, que resulta mágica, como toda ficción de aventuras tiene que ser, y que hace funcionar su fantasía dentro de la ubicuidad de lo real sin empeñarse en demostrar la verosimilitud del cuento, porque es algo que ni lo necesita ni nos importa.  Hay que abrazar y mimar esta serie como Velázquez contempla a Picasso. ¿Que no tiene sentido? Vedla y se lo sacaréis.


sábado, 20 de febrero de 2016

Zootrópolis. (Byron Howard; Rich Moore; Jared Bush, 2016)

No sé si por tratarse de una película protagonizada por simpáticos animales animados, o por el tráiler que la ha ido promocionando desde hace meses que me daba la sensación de que ya te vendía la mitad de las escenas buenas, o por tratarse de un Disney menos pretencioso que de costumbre. El caso es que la divertidísima 'Zootrópolis' deja muy buen sabor de boca y sales de ella con la sensación de recibir mucho más de lo que cabía esperar.

Empezando por la propia animación y el estudio de toda la sociedad animal que compone el cuadro, la arquitectura y configuración de la ciudad, la forma en que se mueven, actúan y se relacionan los diferentes personajes según la especie a la que pertenezcan. El trabajo para lograr que esté todo bien engranado y funcione de manera natural es inmenso, tanto los equipos de animación como los guionistas logran que ese mundo alternativo resulte real sin olvidar que están fabricando un producto cuyo target mayoritario es el público infantil, aunque una vez más se reservan suficiente miga para satisfacer a cualquier adulto con ganas de entrar en su fantasía.


Quedé satisfecho de que la película no se limitara a exponer ese mundo y a ser una sucesión de gags, sino que hilvana una trama detectivesca con bastante gracia y soltura, y trabaja bien y deja lucirse a los personajes principales. Si bien es de esa categoría Disney con villano menor, tampoco es una película que necesite la grandilocuencia y presencia que pueden tener otros antagonistas de la factoría al tratarse conceptualmente de una "buddy movie" buenrrollera. Los diferentes secundarios que se van sucediendo son, literalmente, un zoo peculiar y simpático, con un tremendo esfuerzo por matizar sus particularidades y diseños, con sus escenas bien confeccionadas para soltar sus gracietas y a la vez ser útiles para que la historia avance. Ninguno de ellos resulta prescindible ni está metido a la fuerza. Los animales naturistas, los perezosos, la musaraña capo de la mafia cuyos guardaespaldas son osos polares, los lobos aulladores, la comadreja del top manta,... Todos geniales, al igual que la sobrada cantidad de "huevos de pascua", referencias y metareferencias que van dejando a su paso, al nivel de las dos primeras de 'Shrek' en ese sentido.


Finalmente, no puedo olvidarme de que Disney no podía haber elegido mejor momento para lanzar el mensaje que contiene esta película y de la mejor forma posible. Muchas veces se nos ha hablado en el cine sobre los prejuicios hacia los demás o sobre cómo se generan. Esta película lo explica de una manera inteligente de tal forma que cualquier niño pueda entenderlo y que a los adultos les resulte un asunto suficientemente serio para tenerlo en cuenta y aplicarse el cuento. Y la jugada sale bien por una sencilla razón: no la endulza ni la envuelve con moralina artificial, ni te chantajea emocionalmente. Te expone el problema, te explica su evolución cuando la sociedad se deja cegar por él, y te muestra sus consecuencias. E insisto, eso lo hace sin olvidarse de que es una película para niños cargada de optimismo.


Una película que simplemente hay que disfrutarla, muy sencillita de ver, en la que los creadores se sueltan la melena, no necesitan demostrar nada a nadie, y se muestran felices de carecer de esa presión con la que cargan en cualquier obra mayor.

7,5/10


jueves, 18 de febrero de 2016

Misión imposible. (Brian de Palma, 1996)

¡Ay, los locos años 90! Son tiempos de cierta divagación, de transición entre lo analógico y lo digital, de experimentación narrativa y visual. Quizá por eso esta primera parte de la saga de Ethan Hunt se me queda tan a medio gas, porque no deja del todo claro en qué lado de la línea se sitúa, si en el de la ingenuidad insólita que imperaba en el cine de acción que venía dándose desde principios de los 80, o en el de las explosiones meditadas y con razón de ser. 

Por así decirlo, 'Misión imposible' define muy bien la última década del siglo XX: tengo todos estos nuevos artilugios y juguetitos chulos, todas estas nuevas habilidades, capacidades y técnicas, todas estas nuevas estéticas y sensibilidades culturales,... ¡pero no sé qué hacer con ellas! Y en cierta medida, la película se accidenta cuando pretende dar un salto de madurez dentro del subgénero de espías, que contradice a sus momentos más fanfarrones y presuntuosos. Porque la película no deja de ser una fantasmada enormísima.


Por otro lado, es divertida y desde luego entretiene. Le sirve a Tom Cruise como perfecto escaparate en el que derrochar su faceta hedonista de héroe analítico pero temerario, y se reserva sorpresas que una vez pasado el efecto que pretenden resultan obvias y de alguna manera bobaliconas. Apuesta demasiado por enrevesar un guion que es lo de menos en la película, si bien los momentos adrenalíticos y espectaculares los tiene bien rematados.


Es una película que ni frío ni calor. Contiene algunas de las escenas más recordadas de la década, y momentos muy llamativos, pero en conjunto no deja de ser una graciosa fantasmada.

6/10


miércoles, 17 de febrero de 2016

Scrubs. Primera temporada.

En un panorama televisivo donde las sitcom que han copado la atención de todos son 'Friends', 'Big Bang Theory', 'Modern Family' y 'Cómo conocí a vuestra madre', resulta entrañable encontrarse con la muy destacable 'Scrubs', con un estilo propio y genuino y un logrado equilibrio entre la carcajada y la sensibilidad (que no sensiblería) para nada fortuito. No en vano, la serie se desarrolla casi enteramente en un hospital, por lo que las tramas giran entre el frenético día a día filtrado por los desvaríos mentales de su protagonista, y los dramas que en ese escenario podrían caber, tanto los personales del elenco principal como los de los pacientes que van entrando y saliendo en cada capítulo. 

Podría decirse que esta primera temporada es, por ejemplo, mejor que la primera temporada de 'Friends'. Aquí los personajes ya parten bien definidos y en seguida te acostumbras a ellos. Por no hablar de ciertos personajes de otras series que tienen en ésta a su fuente (House, te presento al Doctor Cox), y de que el punto de encuentro de todo el cast, J. D., es pardillo pero no tanto como Ross de 'Friends', y resulta tierno, pero no tanto como Ted Mosby. Junto a los principales, hay una corte de secundarios recurrentes que dan redondez al asunto y propician la sensación de familiaridad que tiene esta sitcom. Porque uno de sus principales atributos es que te hace sentir partícipe de ese ambiente psico-festivo-hospitalario como si el que estuviese en su año de prácticas fueras tú

La mayoría de chistes vienen dados a través del principal recurso del guion: la imaginación de J.D., quien va relatando los acontecimientos de una manera particular. No es raro encontrarse en sus capítulos con médicos que pueden volar, administrativos cuyas conversaciones las entonan con melodías a capella, pacientes que resultan un dolor de cabeza y en venganza su cabeza termina explotando,... Porque así es J.D., todo lo que le pasa por la mente queda patente en cada escena y así es como se nos van narrando las historias. Sin olvidarnos de que a parte de ser un graciosillo, nuestro "Bambi", tal como le apodan sus compañeros, es también un médico novato y un tío sensible, por lo que la presión de enfrentarse a sus dramas personales y profesionales deja momentos de nudito en la garganta bastante humanos. Tal como la vida sea seguramente en un hospital, el humor suele llegar de manera artificial para aliviar la pesada atmósfera, y los dramas por vía natural

Desde luego, darle una oportunidad a esta serie inmediatamente significa quedarte prendado de ella. Porque es bonica como ella sola. Una primera temporada con una soltura de temporada avanzada, con el colofón de los episodios finales con el cameo de Brendan Fraser. Una serie en la que un médico puede estar contínuamente intimidado por el capullo del conserje, las enfermeras sean una mini pandi de mafiosas, o que los equipos de cirugía y medicina compitan entre ellos en carreras en sillas de ruedas. una joya por descubrir al no haber gozado de la misma publicidad y enaltecimiento que otras del mismo género.

lunes, 15 de febrero de 2016

Spotlight. (Thomas McCarthy, 2015)

Spotlight me resulta una película importante tanto por lo que cuenta como por cómo lo hace. Demuestra que se puede hacer gran cine recurriendo únicamente a una gran historia, a un guion sólido, claro y contundente, porque el cine básicamente es eso. Todo lo demás son artificios que pueden o no mejorar la experiencia. Porque lo más primario y necesario, lo que en ninguna película que pretenda tener cierto interés puede tambalear es el puñetero guion. Y 'Spotlight' es puro nervio, es un esfuerzo por contar de forma atractiva y sin disfraces visuales un entusiasmado trabajo periodístico sobre un tema aterrador como lo es el encubrimiento de la pederastia dentro de la iglesia católica. Y valiéndose solamente del libreto y de los intérpretes se convierte en un logro narrativo.

Es una película que no pretende demostrar nada a nadie, ni siquiera a sus propios creadores. Aquí no hay un director intentando sacarse la polla con la técnica, ni un ejercicio de montaje habilidoso, ni atractivos alardes de movimientos de cámara, ni lujos visuales. No encontramos nada que empañe su principal apuesta, nada más que guion y personajes. Y ya está, con eso le basta, igual que le bastó a Howard Hawks para regalarnos su 'Luna nueva'.


Los personajes principales forman un equipo que es en sí mismo el personaje principal. Apenas se indaga individualmente en cada uno de ellos, aunque todos tengan su momento y pese al compromiso de los actores. Pero ninguno de ellos se alza con el protagonismo central de la trama, sino que es el conjunto que forma el equipo de redacción llamado Spotlight la verdadera estrella de la función, siendo cada uno de sus integrantes las extremidades, las articulaciones y los sentidos. Ningún personaje tiene un crecimiento notable dentro de la historia, porque lo que va creciendo es la investigación en la que indagan. Lo cual también resulta importante para el cine contemporáneo: no todos los personajes tienen que ser personas o seres tangibles. Un escenario, un enigma, una sociedad, o una investigación puede ser un personaje tan o más importante que quienes median las conversaciones y las acciones de la historia. 


En 'Spotlight' hay elegancia y hay pasión, nos recuerda la importancia de la ética profesional, transmite un mensaje revelador en el que en ningún momento deja de creer, acierta en dotar más peso a la investigación periodística que a la pederastia que está investigando porque no necesita añadir un morbo que retuerza la trama, y ni siquiera necesita ese giro de guion cliché del que se proveen muchas de las historias detectivescas en las que las indagaciones de sus protagonistas se ven amenazadas por fuerzas antagonistas (el momento 11-S no puede considerarse más que una pausa en el camino). Cine con control, decente, que reta al cine moderno con maneras más propias de otros tiempos, y ante todo valiente al no dudar en señalar con su denuncia

8,25/10


sábado, 13 de febrero de 2016

King Kong. (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933)

Viendo la original te das cuenta de que Peter Jackson no acertó con el punto de vista que le dio a su remake. Que ojo, me parece un homenaje decente y esmerado, aparte de la correspondiente actualización de efectos especiales y suavización de personajes más acordes a nuestros tiempos, aparte de la empatización hacia el monstruo (lo confieso, se me escapan lagrimillas con el 'King Kong' de Jackson). Pero eso no quita que la poesía de la de 2005 se la sacara de la manga, y que esta primera versión se valga por sí solita, sin necesitar reivindicaciones ni modernizaciones. Es por su propio peso un clásico cinematográfico que no solo da tres pasos de gigante en el terreno de los efectos especiales, sino que cimienta el género de aventuras, y el lenguaje utilizado aquí sigue siendo válido y utilizado en películas de hoy. 

Aparte de haberse convertido en una curiosidad por sus trucos, por la cantidad de criaturas y dinosaurios que aparecen y las escenas de pelea que hay entre ellos, y por la utilización de varias capas superpuestas en los planos para configurar los escenarios y el montaje, es una gozada, tiene completo sentido del entretenimiento y del espectáculo. Porque sí, gente, es muy divertida más allá de la propio fascínio que supone acercarse a una obra de hace casi un siglo.


Otra cosa que obvió Peter Jackson en su versión es el mensaje implícito que lleva este Kong: el miedo o los complejos del hombre blanco hacia la superioridad sexual del hombre negro. Lo digo en serio. El rito de la tribu que encuentra la expedición en la isla alude a los preliminares del coito, siendo el secuestro de la "mujer dorada" y el posterior enamoramiento de Kong, culminando con la subida al Empire State, una insinuación de que los negros quemarán nuestro ganado y violarán a nuestras mujeres. El paternalismo occidental de la película ya prevalece desde el momento en que el personaje de Denham rescata de la mendicidad a Ann, y desde entonces todos los hombres que la rodean se empeñan en cuidarla de lo salvaje. Pero vamos, que en lo de la chica en apuros no es pionera, aunque los gritos de Fay Wray hayan creado escuela. 


Animo a quienes sientan pereza por el blanco y negro o por el cine antiguo a acercarse a esta obra. Sobre todo para romper el cliché de cine clásico sinónimo de aburrido. Es una buena iniciación para quien quiera adentrarse al cine en el que aún no existían los ordenadores o las grandes estrellas. Aparte de ser una pieza clave para entender su género, imprescindible para las futuras generaciones con sus monstruosas 'Godzilla' o 'Jurassic Park' y sus aventureras 'Indiana Jones' o, aún más contemporánea, e increíblemente más ruidosa y fallida, 'Transformers'. 

8,5/10

viernes, 12 de febrero de 2016

Jonathan Strange & Mr. Norrell. Temporada única.

El mérito de encontrarme con esta miniserie de la BBC no es mío, sino de mi novio, que es el que se encarga de encontrar estas rarezas que no suelen llegar a nuestro país en plataformas oficiales, y es el precioso mundo de Internet el que te permite acceder a ellas. Lo dicho, 'Jonathan Strange & Mr. Norrell' no encaja como producto que suela consumir. Y sin embargo, menuda sorpresa me he llevado con esta historia fantástica, en la que la magia resulta ser un campo de la ciencia caído en desgracia, abandonada durante siglos, y en la que dos magos practicantes se disponen a restaurar su dignidad. Ya de paso, luchando contra los franceses en la guerra.

Lo más inmediato que advertí nada más ponerme con el primero de los siete capítulos que la componen es el ambicioso diseño de producción. Acierta en el formato, que es ideal para desarrollar un cuento que en principio se tenía pensado llevar a cabo como película, y que hubiese perdido muchas subtramas interesantes. Abruma el detallismo en todos sus aspectos visuales, en los escenarios y decorados, las atmósferas, el sonido y banda sonora, el vestuario o la recreación de ciertos hechos históricos combinado con el folklore británico. Los actores, quienes suelen trabajar como secundarios en la mayoría de sus trabajos, son maravillosos, y recrean unos personajes asombrosos, chocantes y llenos de sorpresas. Me consta que no está doblada al castellano, pero por si acaso: versión original, nenes. Merece mucho la pena escuchar los acentos, las puntualizaciones y los matices de cada uno, porque uno de los grandes valores de la serie son las interpretaciones. 


A destacar lo bien que combina la realidad de la Inglaterra de las guerras napoleónicas con la fantasía y el mundo de las hadas. El engranaje es milimétrico, y toda la magia que envuelve a la historia resulta natural hasta el punto de volverse cotidiana. A la hora de ponerse tétrica, la serie se controla con mucho desparpajo. En ningún momento necesita ponerse rarita para ensimismar al espectador. Es fascinante lo lubricadas que están las transiciones entre ambientes bélicos, palaciegos, u hogareños hacia escenarios de un imaginario delicioso. Es una gozada cada vez que uno de los magos se adentra en el mundo de Desesperanza y cada vez que realizan cualquier hallazgo que nos permite descubrir junto a ellos las posibilidades mágicas de las que están dotados. 


En sí misma, la historia encierra dos formas de ver el mundo, un enfrentamiento entre maestro y alumno en el que prevalece el respeto mutuo. Sabe cuidar bien a los personajes, les dota de empatía pese a los errores que pueden llegar a cometer debido a sus miedos y sentimientos, unos más por el conservadurismo y experiencia de Mr. Norrell, y otros causados por la arrogancia y descaro de su pupilo Jonathan Strange. Dos orgullos, dos vanidades, con un objetivo común, que no es más que utilizar la magia para el bien y la prosperidad, pero desde puntos de vista opuestos, y cada uno de ellos manipulado y empleado por una tropa de personajes que van desde políticos, nobles codiciosos e interesados, o duendes infernales cuyos tratos no son precisamente justos. Especial relevancia el papel de las mujeres, cuyos papeles son los que hacen que la trama gire en los momentos oportunos, o de Steven y Childermass, unos secundarios con más importancia de la que al principio demuestran. 


No me ando por las ramas: una miniserie que se disfruta mucho, se ve en seguida (siete capítulos de una hora cada uno), es una rara avis en el panorama televisivo por su naturaleza finita, y que deja ganas de más. Hacedle un hueco porque merece mucho la pena encontrarse con ella.


miércoles, 10 de febrero de 2016

El Renacido. (Alejandro González Iñárritu, 2015)

Empecemos por el juicio más básico: la película es muy buena. Ahora bien, no es sencilla de digerir, es pesada, dura de ver, requiere de esa paciencia y concentración a la que el espectador moderno no está acostumbrado, y desde luego está lejos de ser perfecta.

Este "renacido" posee un perceptible virtuosismo técnico. La labor de cámara tiene una habilidad y destreza tan visceral como lo es la interpretación de Leonardo DiCaprio, quien somete físicamente a un personaje parco en palabras pero pleno de pasión, furia e intensidad bien calibradas. Nunca va a tener su ansiado Oscar tan cerca, que aunque no es su mejor papel, sí que es el rol más destacado en un año de pocas proezas interpretativas por parte del sector masculino. Destacable también el papel de Tom Hardy, que fabrica un personaje sucio, mugroso y cruel. Regresando a la técnica, la apabullante fotografía impresiona más por la combinación de méritos paisajísticos y de detallismo emocional que por el del mero trabajo tras las cámaras. E Iñárritu vuelve a demostrar ser uno de los directores más en forma de la actualidad, demostrando sus prodigios ahora en exteriores después de haberlo hecho en un 'Birdman' cuyos escenarios eran casi al completo interiores. 


La narración se vuelve excesiva, mística y demasiado poética en ciertos momentos en un survival western que en ocasiones se torna belicoso y en otras usa el lenguaje más propio de la aventura. Se empeña en meter al espectador en las entrañas de su sufrido protagonista, arrastrándole no solo a los mismos lodos por los que lo hace éste, sino a un metraje largo y fatigoso. El objetivo de que el público tenga que soportar el viaje de supervivencia junto al malherido lo logra, y el meterle en el centro de la acción y de la violencia también, pero con ello acepta someterle también a una incomodidad que no todos querrán compartir. Desde luego, acostumbrados a un cine de información y narración rápida, muchos espectadores se desengancharán de esta odisea en cuanto se les obligue a tal padecimiento. Además, la historia de venganza en sí misma no es ninguna novedad. Prácticamente repite los esquemas de otras películas relativamente recientes pero más digeribles, como 'Gladiator'. Las metáforas de un mundo que muere para traer a la vida algo totalmente nuevo y peligroso también se encuentran en mucho cine anterior con contenido ecológico.


Un acierto final es no querer colar su propio mensaje al espectador, y dejarle a él mismo meditar sobre los cambios a los que está supeditada la naturaleza humana. La película no habla de destrucción, sino de las cenizas sobre las que el hombre debe volver a levantarse. 

8,25/10

lunes, 8 de febrero de 2016

El Caballero Oscuro. (Christopher Nolan, 2008)

A estas alturas no voy a decir nada de una película cumbre en el cine moderno que no se haya dicho ya. Compleja, absorbente, con un Joker irrepetible, un Harvey Dent perfecto en su transición a Dos Caras, un sufrido Gordon al que por fin se le da en el cine el protagonismo que merece, uno de los mejores repartos corales que uno puede encontrarse, una técnica cinematográfica pulida y poderosa, diálogos inspirados, un guion colosal, virtuoso y revolucionario,... Las alabanzas se me quedan escasas, y enumerarlas sería repetir e insistir en lo que se lleva diciendo de ella desde el mismo momento en que se estrenó sorprendiendo a crítica y público por igual. Así que mejor analizaré lo que lleva en sus vísceras esta película.

Y es que una película de Batman resulta ser una de las más acertadas lecturas del mundo actual. Empezando por una trama de corrupción que bien podría ser uno de los innumerables episodios que nos sacuden a diario en cualquier noticiario. Corrupción en la que están siendo investigados no solo mafiosos como tales, sino jueces, policías, sindicalistas,... y que acaban confiando su dinero a un contable extranjero (me sorprendió mucho el paralelismo entre la trama de Lau y el caso real de Bárcenas empezando a soltar información una vez es encarcelado). Una vez el contable no les sirve a los corruptos, recurren a un método desesperado: Joker. Un loco. Un terrorista. Y como era de prever, se les va de las manos lo que el villano de la función, con su propia rabia y sus propios intereses, puede llegar a hacerle a la ciudad de Gotham. Todo lo que desata a continuación es caos. Haciendo de nuevo paralelismo a la realidad, atendamos a lo que ocurrió en Europa hace escasamente unos meses tras los atentados de París. La tensión que se vive en la película, la seguridad a cualquier precio, la hipervigilancia a la que Batman recurre finalmente, la votación democrática en los ferrys para destruir al barco contrario tras la que finalmente nadie quiere ensuciarse las manos de sangre, la propia descomposición de Harvey Dent,... Resulta que toda la ficción política y social que relata Nolan en esta película supuestamente de superhéroes es tan real como la vida misma, y profetiza un mundo caótico en el que una ciudadanía hipócrita y cobarde se ampara en héroes anónimos (en la película Batman, en el mundo real funcionarios de ley y orden) a quienes no durará en echar a los perros cuando ya no se les necesite, olvidando y obviando todo lo bueno que pudieran haber obrado antes. Y viceversa, ensalzando villanos o aprobando terribles leyes por puro revanchismo y sentimentalismo vengativo.


'The Dark Knight' camufla bajo un incontestable entretenimiento de alta calidad una inquietante tragedia de nuestro tiempo. Es una reflexión sobre el mundo en el que vamos a vivir y sobre lo que estamos dispuestos a tolerar y renunciar a cambio del estado de bienestar. 


Además, inspira a todo el cine de acción venidero, no solo al subgénero de superhéroes. Supuso un punto de inflexión en el cine más comercial. Por culpa de esta película, parte del cine de acción actual que sigue usando fórmulas de antaño se nos antoja infantil, aciago o deslucido. No me gusta hablar en términos absolutos, por lo que decir que estamos ante la mejor película de supers lo dejo a criterio de cada uno. 

10/10


domingo, 7 de febrero de 2016

Batman Begins. (Christopher Nolan, 2005)

Han pasado más de 10 años desde su estreno, y sigue inmutable pese a la horda de películas del subgénero superheroico a la que hemos sido sometidos desde entonces (con mucho goce, eso sí), y pese a la reinvención de un buen puñado de enmascarados, tipos en mallas y justicieros de cualquier índole. El pionero en atreverse a tomarse en serio la exploración desde los inicios de los personajes de las viñetas fue Christopher Nolan, que condujo un tipo de cine hasta ahora concebido como familiar y sencillo hacia una madurez que funciona tanto en el terreno del cine de acción como en el del drama, y nos ofrece un entretenimiento tan preocupado por el espectáculo como por la historia y el fondo de la misma.

Sigo defendiendo que los primeros 60 minutos de esta película son irrepetibles dentro del panorama de los supers. Nadie ha sabido contar de manera tan precisa y dinámica los traumas que llevan a un hombre a ponerse el traje que le convertirá en la leyenda por la que será conocido. Con la vista echada atrás, más meritorio es el hecho de que la fórmula haya sido repetida por otros en varias ocasiones (porque es una receta narrativa que funciona) y en ninguna de ellas se haya logrado la plenitud y las bases que en ésta quedan asentadas. Lo que viene tras el punto medio de la película, una vez Bruce Wayne dice de una vez "Soy Batman", es el trofeo logrado por la pulcra y medida colocación de cada pieza en el tablero. De hecho, esa primera mitad de la película podría funcionar en sí misma como historia individual, siendo el resto la recompensa de la esmerada puesta en escena.


El siguiente acto de valentía que tiene una película como esta es su apuesta por ser auténtica. En primer lugar, se decanta por un reparto que junta a gente siempre competente y con galones de sobra como Michael Caine, Liam Neeson, Gary Oldman, Tom Wilkinson o Morgan Freeman con jóvenes promesas como Christian Bale, Katie Holmes o Cillian Murphy. Sus personajes están alejados del histrionismo propio de estas historias. Cada uno de los actores se muestra entregado y pule con afán la parte que le toca. Tienen además la suerte de estar amparados por un equipo técnico que apuesta más por la realidad y la funcionalidad de los elementos cinematográficos que por artificios y decoros innecesarios. Consecuentemente, Gotham no podría estar recreada con la fantasmagoría gótica a la que se nos tenía acostumbrados en las anteriores sagas del murciélago, y se opta por concebirla como un escenario opulento en cuyo interior se desata una jungla sucia y demacrada, una atmósfera más propia del cine negro. Hablando de escenarios, la fotografía lograda por Wally Pfister en las escenas rodadas en Islandia es una auténtica gozada.


'Batman Begins' supone el inicio no solo de una trilogía emblema, sino (junto a la trilogía de Bourne) de una tendencia en el buen cine palomitero moderno en el que los fuegos artificiales están al servicio de la historia, y no al revés.

8,5/10