El desenlace de la trilogía de Nolan es tremendamente coherente con las reglas impuestas durante las dos primeras partes. La película te mantiene aferrado a la butaca durante sus 160 minutos de metraje, tiene la acción mejor filmada, más épica y más desmesurada de todo el conjunto, Christian Bale está más entregado que nunca y da el mejor Bruce Wayne posible en la película de Batman en la que el hombre murciélago apenas disfruta de 20 minutos en pantalla, y el laberinto en el que te sumerge el guion definitivamente merece la pena.
Sin embargo, no podemos obviar algunos problemas que esta batalla campal contiene, y que tienen un arreglo complicado. Nolan tira de talento y experiencia sobre el terreno para regatearlos con más o menos ahínco, pero el reposo queda ahí. Principalmente sucede que al director aún le quedaban dos o tres historias con potencia que contar, pero solo una película por hacer, y lejos de prescindir de alguna de ellas, las condensa. El resultado viene a ser lo siguiente: una puesta en escena magnífica y la minuciosa y precisa colocación de las fichas sobre el tablero, que configura dos primeros actos trepidantes, llenos de suspense y adrenalina, pero un tercer acto que no soporta tal carga, en el cual se acumulan todos los obstáculos que entorpecen el desenlace de la narración. Por simple desbordamiento de varias tramas que se comen unas a otras.
Como ya he anunciado, tenemos el mejor Bruce Wayne que se nos podía brindar, agotado, lisiado y más encerrado en sí mismo que nunca. Su caída al más profundo de los abismos es tan dolorosa como gloriosamente resuelta. Pero tener al protagonista en tan alta estima tiene una consecuencia dramática para tres personajes que deberían haber tenido su correspondiente peso bruto, y que se ven empequeñecidos. El primero es Alfred, demasiado plañidero, y forzado a un inmerecido mutis por el foro a mitad de la función. El otro personaje que ha tenido mejores tiempos y que ahora resulta dubitativo y torpe es Gordon, más aún viniendo de su considerable y sólido papel en 'El Caballero Oscuro'. Y el tercer personaje empañado es John Blake, un pseudo-Robin interpretado por Jason Gordon Levitt cuya conceptualización es acertada, pero mal introducido en una historia que no tiene tiempo de indagar dentro de él y de dotarle de suficiente protagonismo para la relevancia final que se supone que tiene.
Centrándonos en los dos nuevos personajes que destacan, Selyna Kyle es perfecta. Anne Hathaway dota de gracia y chispa a esta Catwoman aliada pero con intereses propios, es sexy y divertida, tramposa, y en cierta manera arrebata algunas escenas al propio Batman. Y el villano Bane, una mole de músculos interpretado por Tom Hardy, quién detrás de esa máscara logra la agresividad, las asfixia y la fiereza imperativas en él. Sin embargo, es el más perjudicado del barrizal que es el tercer acto, humanizando a la bestia y restringiéndole al realismo del relato, y desinflando tamaña brutalidad en pos de un antagonista en la sombra cuya irrupción llega demasiado tarde como para que al espectador le dé tiempo a valorar la amenaza que supone.
La película tiene estos altibajos que, sin embargo, no impiden disfrutar de ella. Se agradece de nuevo que la acción, las explosiones y las batallas (esta vez una auténtica guerra urbana) sean reales, los efectos visuales están reservados para lo estrictamente necesario, el poderío visual y sonoro hacen virguerías, se huye de los clichés y se intenta dotar de un lenguaje, atmósfera y universo propios a los que la mayoría de pelis de supers ni siquiera se acercan, y no se escatima en meter los guiños a las viñetas dentro del marco impuesto, introduciendo en la historia un no fantástico pozo de Lázaro y la acertada naturaleza no fantástica del villano.
Superar a la antecesora no era un requisito. 'Rises' mantiene la línea y termina la franquicia de la manera más honesta posible. El aplauso por atreverse a llevar este Batman hasta sus consecuencias finales sin dejarse arrastrar por las tendencias actuales del subgénero es merecido.
7,5/10