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martes, 19 de diciembre de 2017

Swiss Army Man. (Dan Kwan & Daniel Scheinert, 2016)

Sorpresita de película, una de esas que te encuentras en raras ocasiones y que disfrutas al comprobar que su naturaleza extravagante, ridícula e incluso pueril funciona y se te mete por las retinas y recorre cada uno de tus sentidos dejándote esa sensación que se explora cuando haces algo por primera vez en la vida. La película es arriesgada y está plagada de méritos, dos actores que dan todo de sí mismos, una historia con buena cantidad de mensajes contraculturales positivos, un humor muy primario pero usado de forma muy inteligente, que se despreocupa de las formalidades y el buen gusto para ofrecernos otras cosas bonitas en forma de impúdicas flatulencias.

'Swiss army man' es rara ya desde el planteamiento: un joven náufrago al borde del suicidio se hace amigo de un cadáver. Y se enamora de él. Y juntos viven aventuras y descubren qué es la vida. Y la vida, alejada del decoro y el formalismo social, es un conjunto de impudicias que escondemos y limitamos al ámbito más privado de nuestra individualidad. La vida son flatulencias, son tonterías y pensamientos absurdos, son erecciones repentinas, son todas esas cosas que queremos hacer y no hacemos por vergüenza. Y la película te explica eso a través de un enorme arrojo de sinceridad consigo mismo del protagonista, y a través de su relación con un cadáver que bien te enciende una fogata o bien te sirve de moto acuática propulsada por sus propios pedos (sí, la peli va a saco con esto, y es genial), y que así resucita sus ganas por vivir.


Del dúo protagonista solo se pueden contar halagos. Paul Dano, un actor cuya trayectoria está marcada por personajes que de una u otra forma se les hace bullying y vejaciones varias, y Daniel Radcliffe, eterno Harry Potter, desmarcándose en unas interpretaciones complejas y llenas de pasión. Son muy conscientes del absurdo de sus personajes y de lo loco que es todo en el guion, y ellos se amoldan a ese disparate con firmeza y una entrega total al propósito del film. Entienden de qué va el asunto, entienden que los convencionalismos están fuera de lugar, y se adaptan a esta jungla de lo incorrecto con una maravilla de actuaciones. 


Es imprescindible entrar en su juego, dejar de lado la "realidad" del cine, tener ojos inocentes y una reflexión atrevida y creativa mientras se ve. No tiene cabida en ella el cinismo, ni el clasicismo, ni la tradición. Todo lo que se puede extraer de ella choca con cualquier tipo de formalidad, ahí radica su principal valor, y que tiene la capacidad de señalar a cualquier adulto maduro y decente y decirle que en el fondo escondemos a nuestro niño que se sigue riendo con caca, culo, pedo, pis, para al final dejarte la duda de que en algún momento del camino perdimos la pureza de la vida tal como es para encajar en la vida tal y como la hemos desvirtuado.

7,5/10


sábado, 15 de julio de 2017

HappyThankYouMorePlease (Josh Radnor, 2010)

Es una película cuca, con cierta intención de dejar poso, pero de la que realmente no tengo demasiadas ganas de hablar, por lo que creo que la atención que se le presta mientras uno la ve no se convierte en eco divagador pasado su visionado. Parece querer llegar al corazón a través de personajes de existencia marcada por las decepciones, tiene atmósfera con buen rollo, pero recarga demasiado su sencillez con ciertas excentricidades que parecen querer tener más protagonismo del adecuado. Y que la cabeza pensante del tema sea Josh Radnor con su eterna obsesión por ser la imagen viva del tío cercano a los 30 que no encuentra con quién compartir la vida termina resultando irritante.

Más interesantes que esa historia principal cuyo ego conductor es el del protagonista de 'Cómo conocí a vuestra madre', que para colmo de talante aquí hace las veces de guionista y de director, son las otras dos historias que se desarrollan durante la peli. Carecen de falsas angustias, al contrario que la que más peso tiene, y paradójicamente las protagonistas sí parecen tener motivos de sobra para tomarse en serio sus propios problemas. La lucha a la que hace frente la historia protagonizada por Josh Radnor, con secuestro "cuqui, tierno y simpático" de niño por medio, parece habérsela buscado a posta el protagonista porque no tiene otra cosa que hacer con su vida que llamar la atención dando pena y siendo un capullo. La premisa es similar a la de su Ted de la citada serie: está mentalizado de que se le va a pasar el arroz, y ha encontrado a la chica que encaja con él 100%, y ahora solo tiene que convencer de ello a la muchacha. Tío, me cansas.


La película emula precisamente a series del palo de 'Friends' sin la simpatía que sus personajes despiertan, sin la complicidad que ellos transmiten, y que tropieza cuando entra en el terreno de la comedia gamberra. Sin embargo, en el terreno del romance sensible de la historia protagonizada por Malin Akerman sí que funciona. Si la película se hubiese centrado en ella en vez de en el ombligo de Radnor, hubiera estado varios peldaños por encima del resultado final. Aparte de que la carga de sinceridad que lleva esa subtrama llega inmediatamente al espectador, no tiene que marear la perdiz para llamarnos la atención ni volverse estrambótica. Ese arco es el que realmente salva todo lo demás y hace que el visionado no sea una pérdida de tiempo. 


Y bueno, ¿sabéis cómo termina cada episodio de 'Cómo conocí a vuestra madre'? ¿Con reflexiones de Ted acerca de las relaciones, de la amistad, de cómo debería o no debería ser el amor? Aquí tenemos la misma terapia, pero sin ser HIMYM. Lo mejor que se puede hacer es ver la película y empezar a buscar otras comedias del mismo estilo que hacen lo que esta pretende, pero con más estilo y encanto. Como película de iniciación al género suponiendo que hayas estado desconectado del cine romántico indie durante los últimos 20 años, puede valer. 

6/10


jueves, 22 de junio de 2017

Las ventajas de ser un marginado. (Stephen Chbosky, 2012)

Película de temática adolescente con el toque nostálgico de las de antaño, de las que versan sobre la complejidad de la amistad, que trata los conflictos internos de los personajes con honestidad y delicadeza, y que se sustenta en la credibilidad de lo que está contando. Los problemas a los que se refiere la película en una etapa de cambios para sus protagonistas son reales, los trata con seriedad y sin empalago, con encanto y calidez.

El principal acierto de la película son las varias capas que tiene, las cuales va desflorando una a una, presentándose como una comedia romántica más, pero descubriéndose según avanza como un drama de traumas y miedos no superados, incertidumbres que afrontar, reflejando con tacto las confusiones que se suceden una tras otra durante la etapa juvenil. No solo es una película de crecimiento, sino de exploración. Temas como la exclusión social, la homosexualidad o la depresión son incluídos no como meros reclamos narrativos, sino que están ahí porque forman parte de los protagonistas y les caracterizan, y en vez de ser dibujados en torno a sus condiciones, la película hace crecer a los personajes haciendo ver que ellos no son una etiqueta, sino que esa etiqueta es una de las infinitas cualidades que les conforman. 


La rotundidad de la película va más allá de esos condicionantes. Es capaz de describir los rituales sociales durante la adolescencia con precisión audaz y perspicaz, soporta la mirada de un protagonista que tiene normalizado el bullying y el rechazo a lo diferente, y que ahonda en cómo un grupo de amigos puede convertirse en un grupo de héroes capaces de dar ternura, solidaridad y apoyo cuando el mundo parece haberte olvidado. Pocas veces en el cine una fiesta juvenil ha sido tratada de forma tan realista, con las expectativas de cada uno de sus integrantes y lo que finalmente encuentra en ella perfectamente dibujadas.


A todo ello hay que destacar a Ezra Miller, secundario de lujo que llena la pantalla y embauca al espectador con una interpretación preciosa, una banda sonora con mucho gusto, buen tacto para la planificación, y mucha pasión para contar una historia desde las entrañas. Una película que sabe que la tristeza y la alegría van de la mano, que sabe dotar de dulzura el tratamiento de las emociones esquivando el empalago de la bollería industrial, y que dota de dignidad al pesimismo y a los invisibles. 

8/10


miércoles, 14 de junio de 2017

Captain Fantastic. (Matt Ross, 2016)

Comedia agridulce que tiene mucha firmeza y fe en el mensaje que lanza, cuya propuesta es cercana y radical, entusiasta y contundente. Es un retorno a la naturaleza, a la humanidad más pura, una invitación a cuestionar el alienamiento social al que estamos sometidos, a ser ingenuos y curiosos, a ser humildes y rebeldes.

Hay mucho vitalismo en esta obra que pasó por Sundance y Cannes, y que los grandes premios prefirieron ignorar. Me recuerda en formas a 'Pequeña Miss Sunshine' y en carácter a ' Moonrise Kingdom'. Aquí los ingredientes son un grupo de jóvenes actores muy capacitados para orbitar alrededor del maestro de la ceremonia, Viggo Mortensen, que simplemente está magnífico en un rol puro y respetable que adopta con espontaneidad y con el que se siente como pez en el agua (actor que, por cierto, prima los proyectos de calidad antes que los de elevada factura industrial), y el guion que enfrenta al pensamiento propio de esta extravagante familia contra la educación conservadora de masas. Lucha que no solo se queda como marco contextual de la historia, sino que realmente se lleva al espectador a meditar acerca de lo condicionado que está nuestro punto de vista y nuestra perspectiva sobre la vida gracias a la tecnología, los dispositivos y los medios de comunicación, y nuestro ampuloso consumo de marcas comerciales.


Lo que el director Matt Ross parece querer decirnos con esta fábula es que todos los avances que nuestra sociedad está experimentando no están compensados si renunciamos a nuestra propia esencia, a nuestras raíces. No es un discurso novedoso en una película con este rollo, sí lo es la forma rompedora y encantadora de hacerlo, con diálogos realmente sorprendentes e impredecibles, igual que lo es su puesta en juicio del modelo social y económico al que nos hemos sometido, de la misma forma que emite un mayúsculo interrogante acerca del infantilismo académico y la burbuja protectora con los que se educa a los miembros más jóvenes de la civilización. 


Es una de esas películas inesperadas, que llegan sin hacer ruido y lo hacen para dejar huella en aquellos que quieran acercarse a ellas, que aportan mucho más aparte de dos horas divertidas de cine buenrollero. Tiene complejidad emocional, subrayada por una fotografía y una banda sonora que terminan de darle pinceladas al conjunto, y que una vez vista resulta indispensable. 

8,25/10


martes, 16 de mayo de 2017

Otra Tierra. (Mike Cahill, 2011)

Tiene un planteamiento más que interesante, y sabe aprovechar un marco de ciencia ficción que, pese a ser clave en el sentido de la historia, se centra en un drama intimista para indagar en peripecias filosóficas, profundizar en el solitario ego de los protagonistas y reflexionar sobre la tortura de la redención.

Tiene varios atractivos exóticos, desde su desarrollo caracterizado por un presupuesto muy ajustado hasta su gancho visual y estética grisácea. Se teje un imaginario sobre las realidades paralelas que invita a hacer un ejercicio cerebral con la aparición repentina de un planeta, el cual resulta ser un espejo del nuestro, en el que nosotros mismos estaríamos reflejados si nos acercáramos a él. Y con esa suposición de conocer a tu otro yo cuyas condiciones son las opuestas a las que vives aquí y ahora, se da rienda suelta a las preguntas "qué habría pasado de tomar otra decisión" o "cómo sería mi vida si esto no hubiera ocurrido". El morbo por obtener tales respuestas se deja de lado de forma fortuita para atender temas menos pantanosos y más introspectivos, como lo es la huída de tu propia existencia o la conciencia de haber perdido la oportunidad de ser feliz. 

Administra muy bien la psicología de los personajes y su encuentro. Es acertado que la protagonista, tras su paso por la prisión de menores, regrese a la sociedad como limpiadora, un dibujo de su intento por limpiar su pasado, mientras la película avanza disparando varios dilemas morales, como lo es su futuro viaje a esa otra Tierra, o su creciente relación con el hombre cuya familia murió en el accidente que ella provocó. Igual de atractivos son sus poco comunes convencionalismos, sus no pocas escenas aderezadas de cierta rareza, o algunas conversaciones muy bien integradas como la del primer cosmonauta ruso. Todo enfocado a dejar en el aire la pregunta existencialista del film: ¿es la otra Tierra un reflejo de la nuestra y de nuestras vidas, o somos nosotros y nuestro planeta el reflejo de la otra Tierra?


Un buen ejercicio para jugar con nuestra imaginación acerca de otras realidades o para teorizar sobre nuestro propio ser y el significado de nuestras vidas, sin necesidad de hacer crecer ese hilo conductor de fantasía y ciencia ficción más allá de retenerlo como envoltura. Una película bastante única y que genera sorpresa y agita algo dentro del espectador. 

7,75/10


viernes, 24 de febrero de 2017

Moonlight. (Barry Jenkins, 2016)

Es un raro y delicado retrato de madurez en las peores circunstancias posibles, cuando todo lo que llevas por dentro es tan desmesurado que desborda lo pequeño que eres, en un entorno que no te da la oportunidad de demostrar tu verdad, de quién eres en verdad, en el que tienes que crecer en silencio, fingiendo ser lo que no eres, forjando una coraza, adaptándote y mutando para sobrevivir. Hasta que esa verdad pesa demasiado y tiene que salir.

La película, dividida en tres capítulos, cada uno en una fase de crecimiento de su protagonista (Chiron, o Little, o Black según con quién tenga que lidiar), sabe perfectamente utilizar el lenguaje cinematográfico para reflejar el interior de un niño negro cuya madre consume crack, que es sometido diariamente al bullying de sus compañeros, y en el que va creciendo algo que no logra comprender, y cuyos sentimientos no son atendidos por nadie. Excepto por Juan, un camello de buen corazón que se contradice con su propia profesión, y que hará las veces de "padre" ante la ausencia maternal, que destapa ese caparazón en el que el joven se refugia. La lírica y belleza de la escena en que el hombre le enseña a nadar es de una magnitud inconmensurable, una escena de encuentro entre un hombre rudo y peligroso y un niño frágil y solitario, donde las apariencias se dejan a un lado. Imprescindible la forma en que se cierra cada uno de esos episodios, con un golpe en la mesa, cuando lo que los personajes llevan durante toda esa etapa reprimiendo sale a la luz, y lo deja ahí, dejándolo reposar para la meditación durante el fundido a negro, y sin dejarnos saber cómo terminan esos momentos de clímax emocional. 


La etapa adolescente es aún si cabe más dura, pues a las emociones que aprietan por salir al exterior se les suma el despertar sexual, a la difícil aceptación de no ser como los demás chicos, de tener que enfrentarse al tabú y a la marginación de su condición. Todo cuanto le rodea es violencia, y como ocurre en el tercer ciclo de la película, violencia es lo que decide aparentar. Es su forma de defenderse y de enfrentarse al mundo, no ha tenido otra alternativa. Pese a que esa verdad interior es lo que realmente le sigue definiendo. 


Un preciso y precioso retrato sobre el desamparo, sobre la marginalización, que no cae ni en excesos ni en el melodrama fácil, que reproduce fielmente la lucha diaria de quien crece sin consuelo, que vive en un mundo en el que todos son iguales pero él es diferente. Mucho corazón en este enorme relato del desconocido Barry Jenkins, cuya mirada personal me ha parecido auténtica, en el que no pasan desapercibidas las esforzadas y mimadas interpretaciones de los tres actores que dan alma a Chiron en las tres etapas definitorias de su vida, ni la de Naomie Harris. Una película que litiga con el paso del tiempo, incapaz de matar los demonios íntimos de cada uno, que finaliza con un hercúleo Black, de nombre Chiron, que en el fondo sigue siendo el frágil y solitario Little. 

9/10


miércoles, 30 de noviembre de 2016

Green Room. (Jeremy Saulnier, 2015)

La premisa de banda de punk encerrada en una habitación de un local de neonazis, en la cual se ha cometido un homicidio del cual han sido testigos, y que el dueño no quiera dejarles vivos para contarlo, es suficientemente potente para llamarme la atención. Y bueno, tiene gancho, hay cierta desvergüenza y pulso, en alguna ocasión sabe por dónde van los tiros para manejar la tensión,... Pero finalmente se queda descafeinada.

A bote pronto, me gusta que las potenciales víctimas de la agresiva pandilla fascista cometan torpezas y que estén cagados de miedo, y que ello se evidencie en conductas a veces absurdas, y a veces porque no les queda más remedio. Tampoco es que te den pie a querer que alguno de ellos se salve de tal marrón, más aún cuando pese a su ingenuidad por meterse en un sitio así siendo quienes son vayan provocando al personal. Estás deseando que en algún momento llegue un estallido de violencia gratuita que realmente te haga agitarte en el asiento. Pero es que ese momento nunca termina de llegar. Hay violencia, hay sangre y hay conteo de muertos, pero nunca sobrepasa el límite mínimo de crueldad necesaria. Y creo que esa es la clave. Me hubiera gustado más ensañamiento por parte de los malos para querer que recibieran su merecido, y que eso acabara con un éxtasis de reventar cráneos y de repartir cuchilladas viscerales. Pero joder, hay más redenciones y dedos de frente por parte de los villanos que por parte de los protagonistas, y eso no me ayuda a empatizar con la causa de las víctimas.


Los actores casi que ni cumplen su cometido. Anton Yelchin se pasa toda la película asustadizo y lloriqueando, mientras que el veterano Patrick Stewart parece aburrirse. Además, la película está estructurada como una película de terror gore, en la que los protagonistas van cayendo uno a uno a manos de la amenaza externa. Le hubiera venido mucho mejor utilizar la fórmula Peckinpah de 'Perros de paja', en la que la violencia está originada por el propio odio y naturaleza de los agresores. En un producto cinematográfico como éste no me vale con que los malos sean nazis o defensores de la supremacía blanca, me tienes que dar motivos tangibles de querer que sufran el más horrible de los finales, y la película no me aporta esa causa. Tampoco acabé de encontrar la claustrofobia dentro de las cuatro paredes en las que se desarrolla la parte más importante del metraje. A la película le sobran intenciones y le falta inquina. 


La película no deja de ser divertida, algo no muy complicado ofreciendo lo que ofrece. Pero se queda muy lejos de alcanzar su potencial y de colmar sus pretensiones. No impacta, no aporta nada que no hay visto antes en dosis mucho mejor administradas y planificadas, y me duele en el alma que una película que tiene los ingredientes que esta posee quede tan edulcorada.

5/10


martes, 30 de agosto de 2016

Casi famosos. (Cameron Crowe, 2000)

Sugestiva road movie que maneja el viaje como paso condicionante de la madurez de su protagonista, en la que se raciona nostalgia rockera y odisea juvenil con carácter de festival y de rebeldía adolescente. Un guion que ganó el Oscar y personajes atractivos, bien construidos y cuyo interés emocional es aquello que esconden su verdadera realidad detrás del circo en el que viven su día a día. Hasta ahí el relato sabe manejar su potencial, pero me da la impresión que se deja llevar por lo elemental y peca de prudencia mientras te está intentando contar una historia de desfloramiento, descubrimiento y atrevimiento. 

La película no deja de ser atractiva y simpática, y en su simpleza de limitarse a usar el guion como un manual de instrucciones radica su mayor baza. Pero su actitud es menos guay de lo que realmente es, y la realización no termina de apostar con fe por un tono indie. Donde la película sugiere madurez yo veo profanación de la inocencia, sin la violencia no necesariamente explícita pero sí emocional que tal transgresión necesita. Donde la película marca nostalgia yo noto mitificación, pero sin la pasión que debiera obedecer a la narración mitológica. Y cuando la trama descubre las facetas detrás de las máscaras parece que no ha contado nada que no se supiera desde el inicio. Habrá quien se sienta satisfecho con esta facilidad de resolución, pero a mí me falta alguna campanada sorpresa al final del camino. Está todo demasiado marcado y el trayecto es demasiado recto y llano. Las curvas, deslices e imprevisiones del mundo que describe no están en ningún sitio salvo en la mente de sus autores.


Como curiosidad, cuenta con un joven reparto principal que no solo realiza una labor elogiable, sino que cumple a rajatabla el título de 'Casi famosos' de la obra. Billy Crudup y Kate Hudson se meten en la piel de los personajes más interesantes y parecía que saldrían con cierto estatus de estrellazgo emergente, pero sus carreras, salvo excepciones, se han quedado flotando en un limbo de cine caduco y olvidable. Del chaval Patrick Fugit poco se sabe. Jason Lee prefirió irse a hacer películas con ardillas digitales que a hacer su supuesta y vocacional comedia gamberra. Y Anna Paquin tampoco ha destacado más allá de interpretar uno de los personajes más flojos de la saga X-Men. Igual caso que el director Cameron Crowe, que con ésta y su anterior 'Jerry Maguire' tocó techo, y no parece tener que contar mucho más desde entonces. Más fortuna han llevado desde entonces la que menos metraje retiene con su presencia, Zooey Deschanel, aparte de la veterana y siempre interesante Frances McDormand, o el desaparecido Philip Seymour Hoffman.


El buen rato te lo hace pasar, pero no termina de desmarcarse de ser una comedia con drama encerrado sin la fuerza ni la honestidad necesarias para destapar esas emociones retenidas. Hay menos frescura de la que presupone, y menos indomabilidad de la que manifiesta. 

6,5 / 10