jueves, 13 de abril de 2017

Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995)

Una de mis películas de animación favoritas, que gana con cada revisión, y que hoy en día le concedo más legitimidad que la que podría tener en el momento de su estreno.Tiene una lucidez única para abordar un futuro en el que las máquinas puedan albergar espíritu propio, en el que el terrorismo sea capaz de franquear cualquier recóndito lugar gracias a un mundo cada vez más virtual y tecnológico, en el que la humanidad habite los elementos intangibles de la infinita red. Y sabe del papel fundamental de los gobiernos y su entrega total a las empresas en esa cuestión.

No necesita de demasiadas explicaciones para abordar su filosofía. El arte visual de la película habla por sí solo, acompañado de una banda sonora onírica y que colabora de forma activa en la inmersión de su propuesta. Tampoco da respuestas rotundas, y deja en el aire muchas de las cuestiones que aborda para reflexión del propio espectador. Incluso la posibilidad de que las máquinas sean capaces de procrear y tener descendencia es una cuestión en la que se sumerge sin dar cabida a una profunda meditación, dejando el poso de la posibilidad y dejando un siniestro abanico de posibilidades.

El ciberespacio como nueva frontera, la tangibilidad y habitabilidad de los softwares de las máquinas a través de los implantes biomecánicos, o el concepto del ser humano cada vez más diluido, cada vez menos natural y más artificial, son solo parte de las abundantes interrogantes que la película marca. No solo aborda problemas existencialistas sobre la condición humana, sino que la sociología tiene también su importancia en ella, y deja espacio para preguntarse acerca de a dónde va una sociedad cada vez más vulnerable y desprotegida frente que progresa más lentamente que las capacidades de información, conocimiento y cibernética. 


Una pieza de animación ciberpunk que se acerca o incluso queda a la altura de grandes clásicos de la ciencia ficción, que cuenta con la gran baza de tener un punto de vista oriental, que pretende interactuar con el espectador y no dejarle nada resuelto. Fascinante, críptica, lleva el "pienso, luego existo" a nuevas miras. 

9,25/10


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