jueves, 14 de abril de 2016

La noche de los muertos vivientes. (George A. Romero, 1968)

El cine de terror antiguo lo admiro en su justa medida con cierta nostalgia y simpatía. Es complicado imaginarse la realización de un film como 'La noche de los muertos vivientes' sin visualizar a sus creadores en un proceso de cierta experimentación y metidos en una especie de campamento veraniego cuya actividad principal era rodar este tipo de películas con un presupuesto y unos recursos limitados, por lo que tirar de ingenio, de amistosas donaciones para llevar a cabo la producción, y carecer totalmente de cualquier tipo de modestia o retraimiento eran condiciones indispensables. La obscenidad y el descaro de Romero con este primer acercamiento a su marca personal de zombies ya quedan patentes.

Aquí tenemos el pack básico de serie B con pretensiones: actores de pacotilla cuyas muecas resultan ingenuas, rodeados de figurantes omnipresentes haciendo triples papeles sin ningún tipo de preocupación por el raccord espacial ni temporal, maquillaje barato e ilimitado, situaciones de torpeza exagerada, decisiones infantiles, frases lapidarias, y un acto final que se la pondría dura a cualquier integrante de la asociación nacional del rifle. Tampoco me creo mucho la crítica social que a posteriori le concedieron, esa de que el hombre se devora a sí mismo. Las posibles dobles lecturas las veo más fruto del azar de estar hecha en un momento histórico contextualizado por la Guerra Fría y por el crecimiento xenófobo estadounidense.


Pero le concedo el don de haber sentado las bases de un subgénero que durante años no sobrepasó la línea del cine cutre al blockbuster, algo que hoy en día es más accesible. Directores como Sam Raimi, Cronenberg o Wes Craven tuvieron aquí material de sobra para fabricar el gore de sus primeros trabajos. Los tablones apostillados en ventanas y puertas a través de los cuales los muertos intentan alcanzar a sus víctimas, el sótano que termina devorando a los inquilinos de la casa donde se han fortificado, la búsqueda infatigable de carne por parte de unas criaturas cada vez más numerosas e incontrolables, o el disparo en la cabeza como definitivo acto de defensa contra ellas. Todas ellas son improntas que quedarían clavadas en la biblia zombie y que hemos podido ver en las más modernas 'El amanecer de los muertos', 'Guerra Mundial Z', la serie y el cómic 'The Walking Dead', o los videojuegos de 'Resident Evil'.


Quizá esta no fuera la primera incursión el el mundo de los muertos vivientes, pero sí es pionera en pretender fabricar al zombie dotándole de unas pautas y reglas. Una película de terror que se puede definir igual que el arte pictórico medieval: como obra individual tiene una calidad dudosa, pero su legado es intachable. 

5,5 / 10



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