domingo, 26 de junio de 2016

Buscando a Dory. (Andrew Stanton & Angus MacLane, 2016)

'Buscando a Nemo' fue una película preciosa en todos los sentidos, divertida, con un cierre perfecto. Por 2003, que es cuando se estrenó, pocos nos aventuramos a creer en una posible secuela. No la necesitaba. Sin embargo, Pixar ha focalizado sus esfuerzos en uno de los personajes secundarios más extraordinarios que cualquier película de animación haya podido ofrecer, y nos trae la historia de su vida repitiendo fórmula y resultando igual de agradable y simpática. Por lo tanto, inesperado triunfo el de la factoría, que incluso con una película menor dentro de su trayectoria demuestra su capacidad infinita para llegar a todo tipo de públicos, para conmover, entretener y hacer que nos encariñemos de cualquier cosa que nos pueda presentar. 

De nuevo, un viaje transoceánico en búsqueda, esta vez, de la adorable pececilla azul que sufre pérdidas de memoria a corto plazo. Siendo conscientes de la mimética con la anterior, los guionistas optan por ventilarse tamaño viaje en una de sus primeras escenas y situar el escenario central de la acción dentro de un zoológico marino. La aparición de varios y extravagantes secundarios volverá a ser clave para que el ritmo sea un contínuo de gags y situaciones enrevesadas. Otra diferencia con la película de la que nace es que en aquella el mérito del rescate de Nemo era más colectivo. En esta ocasión, se remarca el esfuerzo de salvamento en el que se empeña la propia protagonista, quien pese a su dificultad por recordar cualquier cosa, se embarca en el hallazgo de sus padres e improvisa los planes de ida y retorno, mientras que el resto de personajes realizan un apoyo colectivo a su empresa más que un sacrificio individual.


Por otra parte, 'Buscando a Dory' viene cargadita de emociones. No era difícil encontrar un gran drama interno en un personaje que era todo humor y sátira. Es algo que en comedia se lleva practicando desde los tiempos de Charlot, y los creadores lo han puesto en práctica a todo trapo. Ya desde el comienzo te introducen la desgracia que se esconde tras tanto optimismo y encanto. Recurrir a flashbacks puntuales para enfatizar los momentos más tiernos va a hacer mella en los espectadores más receptores. Sí, es una película de lagrimita y nudo en la garganta. Quizá no todo el mérito sea del propio metraje de este spin off, y parte de la culpa la tenga todo el cariño acumulado hacia Dory con el que ya se entra a su visionado. Sea como sea, la cosa funciona en este apartado más emocional. 


El diseño brillante, la galería combinada de nuevos y antiguos personajes, el sentido con el que se levanta una secuela que no era necesaria pero a la que se le da la bienvenida de buena gana, y su calidez y encanto bien merecen que sigamos nadando. Quien disfrutara con la predecesora difícilmente no lo hará con ésta. 

8/10


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