martes, 6 de diciembre de 2016

Terminator Génesis (Alan Taylor, 2015)

Dicho rápido y claro: se han cargado 'Terminator 2'. Partamos de la base de que las dos primeras películas de Terminator parten de una paradoja temporal (John Connor envía su padre al pasado para que proteja a su madre y la deje preñada de él), y que asumíamos con sumo gusto el salto de fe, básicamente porque eran muy buenas. Pues en esta ocasión se retuerce tanto el concepto del viaje temporal que el hilo acaba por romperse, nos están pidiendo que seamos igual de amables con sus incongruencias pero a cambio de ruido hueco y discurso vacío. Con muchas explosiones, eso sí.

Todo lo que se argumenta en esta quinta película de la saga está manido para poder seguir contando una historia que tuvo su final perfecto con su segunda parte. Ahora resulta que Kyle Reese se encuentra en un pasado en el que ya hay un Terminator que lleva cuidando a Sarah Connor desde que ella tenía 9 años (lo de humanizar a la máquina asesina ya se hizo cojonudamente bien en 1991), y que el T-1000 de la segunda parte ya está en 1984 persiguiéndoles. Venga, por ahora vamos a tener paciencia, a ver dónde nos lleva la cosa. Resulta que para renovar la serie y llegar al público de ahora, la ocurrencia es viajar a 2017, momento de éxtasis de las redes sociales e Internet, para dar un nuevo embrión a Skynet, el ordenador con conciencia propia que iniciará la guerra de las máquinas. La historia de las dos primeras partes de la franquicia no han ocurrido, o las hemos borrado con este nuevo presente. Da igual, se cagan en el material original, y parece que les da igual


Lo que en el fondo han querido hacer, que no es más que reinventar el producto esquivando la posibilidad del remake o reboot, lo han hecho de una manera sumamente torpe, liosa, para contarnos lo mismo que ya sabíamos en 1991. Trata fatal a los personajes, desmitifica por completo tanto a Sarah Connor como a su hijo, y es tan endeble que ni siquiera conserva cierto tono de apocalipsis evitable, esa constante alarma nuclear que caracterizaba a las de James Cameron. Ni siquiera Arnold Schwarzenegger sabe cargar con este peso, reclamar cierta nostalgia o autoparodiarse, si es que ese es el fin último de su personaje en esta ocasión. A todo esto, el personaje de J. K. Simmons, ¿a qué viene?


Es todo un refrito de mal gusto, han querido contar una historia nueva saltándose a la torera las normas que ya estaban establecidas. Y mira, tolerante con este tipo de productos soy, pero incluso yo tengo mi límite. Me quedo con que terminé de verla. 

3,5/10


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