sábado, 1 de octubre de 2016

Los siete magníficos. (John Sturges, 1960)

No es uno de los grandes westerns, y sin embargo sí que tiene un toque simpático y campechano que conecta rápidamente con el espectador. Su principal baza es el reparto encabezado por Yul Brynner y una narración concisa y sucinta que esconde en todo momento las pretensiones de sus personajes y el porqué de su desinteresada lucha, mostrando pocos detalles de sus fantasmas internos, los cuales son sugeridos con breves argucias y dan a entender que llevan tras de sí un pasado del que redimirse. Por lo tanto, sus esfuerzos parecen ir encaminados a buscar un perdón que se les ha ofrecido a través de un humilde pueblo fronterizo cuyos habitantes no saben defenderse por sí mismos o a apaciguar cierta nostalgia.

Tengo que decir que el sosiego y serenidad que Yul Brynner acuña queda deslumbrado por el carisma de Steve McQueen, James Coburn y Charles Bronson. Mientras que estos tres se mueven con una gracia natural e incluso espontánea en sus roles, el protagonista parece tener que esforzarse para tener que arrebatarles espacio interpretativo. Por otra parte, tenemos un villano marca de la época, un Eli Wallach fanfarrón y perdonavidas que no necesita demasiadas argucias ni sobreactuaciones para que sus fechorías resulten violentas. Se ahorra las típicas miradas y gestos de "soy malo, hago cosas de malo", y deja que sus acciones le describan. Quizá es en ese aspecto en lo que más acierta la película. Sin tener un libreto prodigioso o una trama esforzada, queda destacar la forma tan elemental en que cada personaje se retrata a sí mismo


Por otra parte, y siendo hija de su tiempo, no puede faltar la estúpida subtrama amorosa que intenta aliviar la acción con mucho menos acierto que el humor que la cinta contiene, y que carece de interés más allá de buscarle un destino final a uno de sus personajes. También se ha quedado muy viejuno su forma de tratar al pueblo mexicano, señalándole como manso y dispuesto a domesticarse, enarbolando por encima de todo el mensaje de que América (la yanqui, claro) os hará libres. Se salva de ser la única película que lo hace, pero desde luego hay otras que no hacen este ejercicio de manera tan descarada. 


Aparte de la banda sonora, su mayor aporte puede ser servir como puente entre el western clásico y el western más crepuscular y salvaje. Su espíritu aventurero y su sentido de atesoramiento del honor se conservan sin demasiada dificultad. 

7,25/10


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