martes, 6 de junio de 2017

Piratas del Caribe: La venganza de Salazar. (Joachim Rønning & Espen Sandberg, 2017)

Ha sido la entrega de la saga con la que menos hype he acudido. De hecho, la he visto para hacer tiempo mientras me cambiaban el aceite del coche en el taller, con eso queda todo dicho. Siendo Jack Sparrow uno de mis personajes favoritos del cine, no tenía yo demasiadas ganas de volver a verle, a ese desastre me llevó la insufrible cuarta parte (bueno, y que a Johnny Depp le he cogido manía). Quizá ese sea uno de los motivos por los que salgo satisfecho: no tenía pretensiones que saciar, y solo quería pasar el rato con ella. Lo cumple, y además remonta el vuelo de forma digna después de que la anterior película hiciera un ridículo espantoso.

Y creo que la clave es la que se perdió en la película a la que ya he insultado dos veces en el párrafo anterior, y que en la tercera se dejaba de lado en pos de hacerlo todo más grande y épico de lo que debiera: el cachondeo, la pillería, y varios personajes amortiguando al Jack Sparrow más desvergonzado desde 'El cofre del hombre muerto'. El humor es esencial en una película de aventuras de este calibre, igual que los gags o dejar que su protagonista sea un capullo con corazón, que sabe hacer el ridículo sin dejar de ser el más listo de la función. A la saga se le había olvidado eso, había metido tramas serias y personajes aburridos, encomendándose por completo a las rarezas de Sparrow. Y aquí recupera casi todo lo bueno: una pareja de nuevos personajes con peso, bien explicados y acoplados al mundo ya creado anteriormente, una tropa de piratas imbéciles, gruñones, tramposos pero simpáticos, Barbossa volviendo a tener relevancia (sigue siendo el mejor villano que ha brindado la franquicia, pese al magnífico Davy Jones que le sucedió y al esfuerzo y presencia imponente de Bardem en esta), y sin dejar que las subtramas se coman al hilo principal.


El ritmo también recupera la fragancia aventurera. Muchas escenas de acción, en las que no faltan las persecuciones chifladas (la escena del robo del banco define lo que pedía a gritos la saga) o los convites entre barcos en pleno mar, las conversaciones con doble sentido e ingeniosos juegos de palabras más afilados que las propias espadas, y las varias oportunidades en las que Sparrow se salva de morir en el último segundo y de las formas más ingeniosas. 


La película no es perfecta, las dos primeras siguen estando en el escalón superior, y aunque la escena post-créditos sugiere lo contrario, que paren ya. Han solucionado las cagadas cometidas anteriormente, y dejan una película que supondría un final digno. No se concedan otra oportunidad de tocar fondo. No más Sparrow, déjenle morir, que ya hemos tenido suficiente. 

6,75/10


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