miércoles, 3 de mayo de 2017

Ritos iguales, de Terry Pratchett.

La tercera incursión del autor en su universo literario de Mundodisco es la carta de presentación de las brujas. Sí, la cosa funciona así: cada incursión en Mundodisco presenta personajes nuevos que conforman sus propias sagas. Y ya sea porque tengo más aprecio a las desventuras de Rincewind, o porque he notado un tono más serio que en aquellas, este libro no me ha terminado de convencer. Me ha costado superar un ritmo algo vergonzoso de lectura pese a que es un tomo que apenas supera las 200 páginas.

A ver, el lenguaje y las analogías del autor quedan inmutables, resultan tronchantes e ingeniosas. La parodia de la fantasía que realiza comparándola con elementos del mundo real es inteligente y divertida, y Pratchett sigue demostrando un don para los juegos de situaciones y de palabras. Sin ir más lejos, el título en inglés, 'Equal rites', suena similar a "equal rights", igualdad de derechos, tema que aborda la novela al presentar la situación de las mujeres en el mundo mágico, que no son admitidas en la Universidad mágica porque las mujeres solo pueden ser brujas según los rituales admitidos. Nunca antes de la protagonista, Eskarina, ha habido una mujer maga. Y dentro de estos términos, la cosa sale triunfante, y presenta personajes notables y con carácter.

El problema no son las situaciones, sino la historia. Me ha resultado un viaje algo aburrido, con cierta previsibilidad de a dónde va a parar el conflicto, no me ha enganchado. La cosa opta más por la ironía simpática y deja de trabajar los chistes absurdos, y aunque parezca un acierto, para mí es un retroceso que le resta encanto. El humor y el tratamiento de un tema de carácter social de manera sutil están afilados, pero la falta de ritmo le condena. 

Y técnicamente es una lectura fácil y despreocupada, aunque al no estar dividida en capítulos y ser todo un contínuo me restó comodidad. Soy un lector al que hay que darle facilidades, qué le voy a hacer. No desaconsejo su lectura, pero queda lejos de ser imprescindible como sí lo eran las anteriores incursiones en Mundodisco. Tampoco tiene que pedir Pratchett perdón por esta pausa de frenetismo, es demasiado genio y puede permitírselo, aparte de compensarlo de sobra con la gran mayoría de sus libros.

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