Tan subversivo y violento como divertido y canalla, este largo texto con carácter panfletario se ha convertido en una de mis biblias a las que acudo cuando estoy verdaderamente cabreado y necesito ver mis sentimientos reflejados en palabras que yo mismo no sabría expresar por mi cuenta. Paco Vidarte no se anda por las ramas y utiliza un lenguaje directo, soez y excesivo, habla tal como piensa y no permite que el estilismo se anteponga a lo que sus vísceras padecen.
Para quienes pertenecemos al colectivo LGTBI es sin duda reconfortante, un desahogo estimulante que te invita a seguir reafirmando tu condición frente a los armarios impuestos por el sistema del heteropatriarcado y, sin duda una de sus denuncias más fervientes y sinceras, por nosotros mismos. Señala con especial énfasis todas las panaceas, tiritas y conformismos a los que la comunidad gay está expuesta en la actualidad, a su discreta pero imparable integración en el mundo de los heteros, aceptando sus normas y códigos morales, y lo hace con una rabia incontenida que no deja títere con cabeza. Para más inri, invierte el significado de nuestras pequeñas conquistas como grandes concesiones, como el perro que da la patita y deja de gruñir a cambio de recibir su premio y de no ser golpeado en el hocico con un periódico enrollado de su propio meado cada vez que no hace lo que su amo quiere. Una comparación hiriente, pero acertada.
A todo ello se le suma la lucha contra la misoginia, contra el clasismo o el racismo, fobias de las cuales el colectivo sufre pero también forma parte. Invierte la fórmula para señalarnos a nosotras mismas, para reflejarnos como parte del problema, como opresores de quienes aún no están a salvo una vez nos hemos conformado con ser aceptados por una sociedad que sigue dictándonos cómo debemos ser y cómo debemos comportarnos para no ser repudiados. A su vez, propone objetivos a alcanzar y caminos alternativos por explorar y recorrer a los que hasta ahora hemos hecho que no nos han llevado más allá que a recompensas cómodas para el capitalismo.
Invita a la reflexión sobre de dónde venimos como colectivo y como individuos LGTBI, a donde deberíamos ir, o cómo aún, pese a los logros, seguimos sujetos a intereses heteropatriarcales. Proclama una reivindicación, alejarse de la hipocresía con la que naufragamos por nuestra no del todo involuntaria inocencia, tiene una de las descripciones más agudas y acertadas sobre la solidaridad, y aboga por hacer ruido, mucho ruido. Un manifiesto cuyas palabras te cambian, despiertan dentro de ti una madurez y conciencia que no contemplabas pese a tenerla delante de las narices, y te revuelve las tripas.
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