domingo, 20 de noviembre de 2016

Battlestar Galactica. Temporada Cuatro.

Me ha llevado algunas semanas desde que la acabé para poder escribir sobre el final de esta serie porque es difícil encontrar palabras que hagan justicia a la magnífica conclusión de esta epopeya galáctica, de esta odisea cuyo regreso al hogar no es el viaje que el espectador lleva creyendo desde los primeros capítulos, cuyos giros son proezas argumentales que dan vuelcos tan contundentes como inesperados, y cuya resolución acaba resultando tan simple y clarividente como compleja ha sido toda su trama.

Una serie que merece asiento entre las obras de ciencia ficción de mayor calibre de la historia del audiovisual, y desde luego entre las obras de ficción televisivas de todos los tiempos. Una serie intergaláctica alejada de clichés, de exotismos marcianos, más cercana a la filosofía de 'Blade Runner' y a la sociología de 'Ghost in the Shell' que a "space operas" como 'Star Wars' o 'Star Trek', con un realismo escrupuloso y concienzudo. No hay trucos sacados de la manga, el milagro final del argumento está trabajado meticulosamente desde el episodio 1 de la serie sin que nos demos cuenta de ello, y se saca la chorra obrando el logro de resolver absolutamente todo lo que estaba abierto en apenas los últimos 20 minutos del último capítulo. Uno no puede evitar quedarse babeando y boquiabierto, con una sensación de plenitud por ver completar tal puzzle sin haberse dejado nada por el camino, y que se transforma en gratitud por semejante buen trabajo. 

Dado el importante mensaje sobre la naturaleza humana que este pasatiempo de 4 temporadas nos deja, no es nada arbitrario que los personajes con mayor factura durante la última temporada sean a la vez los más conflictivos y contradictorios: Starbuck (mi personaje favorito de principio a fin), Saul, Gaius, Caprica o la presidenta Laura Roslin (menuda interpretación la de Mary McDonell, tan contenida y llena de sinceridad), sin desmerecer al resto de la tropa. Pero esos cinco personajes son los que más preguntas sobre sí mismos y sobre su entorno han ido repasando contínuamente, y sobre esas preguntas han ido girando la mayoría de conflictos. La evolución en la relación entre cylons y humanos que tan imposible parecía, tan real y necesaria en última instancia, es el verdadero triunfo de esta conclusión, ilustrándose en la victoria de la amistad entre Saul Tigh y Adama. El holocausto de la humanidad ha resultado ser un pretexto para escarbar en su propio viaje a través de la historia, en el legado que podrá dejar. 

Las dudas sobre los compañeros de ese viaje, sobre las condiciones de libertad, la impunidad o la redención que merecen, sobre las creencias, las esperanzas y las posturas políticas de cada uno y sus inevitables choques,... Todo ello se entrecruza y está calculadamente bien manejado mientras la raza humana combate en dos luchas que persisten análogamente: la lucha por la supervivencia contra el enemigo cylon, y la lucha por la persistencia de la democracia contra sí misma. Sobra decir que la serie ha sabido dónde poner el punto final, que no ha alargado el chicle, logrando que resulte redonda. 

Se puede hablar de serie de culto, con personajes poliédricos y repletos de dudas, con un sentido de la épica que no se centra en grandes batallas sino que es más cercano a las proporciones dramáticas de los actos y las decisiones que se van tomando. Es un regalo que una serie tenga un punto de partida tan bueno y sin embargo sea capaz de ir mejorando capítulo a capítulo, que tenga un plan a largo plazo bien trazado, y que culmine con un final tan arrebatador y estimulante. Es una obra de sci-fi que incluso quienes no suelen acercarse a este tipo de productos disfrutarán sin reservas, y que ya forma parte de la historia televisiva. Ojalá más series tan honestas consigo mismas.


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