viernes, 30 de junio de 2017

Toy Story 3. (Lee Unkrich, 2010)

Y 15 años después, la guinda del pastel, que consolida una trilogía equilibrada en un nivel muy poco asumible por otro tipo de sagas, mantiene el espíritu aventurero y explorador de sus anteriores episodios, aumentando el nivel de urgencia de sus protagonistas al tener que luchar esta vez contra el paso del tiempo, contra la niñez que se va, contra la desdicha de dejar de ser útiles. Tiene un recetario nostálgico y melancólico que no se antepone a la diversión que caracteriza a la franquicia, y tampoco pretende hacer drama pese a sus momentos tiernos e intensos.

Esta tercera parte recoge todos los aciertos de las anteriores, se sobreesfuerza por culminar con maestría la historia de los juguetes, sigue inyectando dosis de ingenio y propicia nuevas circunstancias aumentando de forma lógica el universo ya creado, y nos ofrece casi dos horas de sana e imaginativa diversión que parece no tener techo, porque la cosa sube y sube hasta límites estratosféricos. Toy Story ahora ya no solo se ha colado en géneros de aventuras o de rescate, ahora se ha permitido el lujo de tocar el terreno del drama carcelario y salir triunfante. Se saca de la manga varios giros que huyen del deus ex machina, ya que el guion no se olvida de ir colocando miguitas en sus primeros actos que puede recoger con entusiasmo en el tercero, y por lo tanto todo resulta redondo y satisfactorio. La inclusión de nuevos personajes como Barbie y Ken permiten jugar y burlarse de los prejuicios sociales hacia los juguetes "de género". Los héroes que ya conocemos continúan su arco de evolución, esta vez teniendo que hacer frente a un destino que parece inevitable.


Logra lo que ya parecía imposible superar dentro de una película Pixar: elevar el ritmo a la máxima exponencia, no hay minuto con tregua, ocurren cosas todo el rato, y ninguna de ellas es arbitraria o episódica, todo atiende a hacer crecer la bola emocional que fabrica desde el deleitoso comienzo con guiño a la primera secuencia de la primera peli hasta el milagroso y perfecto final. Una vez más, calidad técnica y guion marca de la casa es compatible con el afán de Disney por vender el producto más allá de las pantallas. Pixar pone el talento, y Disney las tiendas de juguetes y los parques de atracciones. La combinación, por contradictoria que parezca, es funcional.


Y no puedo saltarme un apunte hacia una de las escenas del cine de animación para todos los públicos más bellas, tensas y dolorosas que ninguna película haya logrado jamás. Sí, me refiero a la escena del basurero. Una magistral lección de suspense, capaz de llevarnos a todos a pensar que esta gente iba a ser capaz de dar un final tan desgarrador a sus personajes. Quien diga que en ningún momento se le pasó por la cabeza esa posibilidad y que tenía el nudo en la garganta miente. Todo el mundo dice que Pixar les rompió el corazón con la primera secuencia de 'Up', pero esta secuencia de 'Toy Story 3' también da muestras de cómo son capaces de inducirte un coma momentáneo.


Woody, Buzz y compañía terminan una trilogía magnífica, una de las más valiosas muestras de cómo conducir una saga sin descarrilamientos, con mucho mimo y sensatez en todo lo que se hace y se cuenta, una reivindicación más del cine de animación como cine con mayúsculas y no solo destinado al público familiar. Hecha para pasar a los anales de la historia, porque esto no es un hito menor que cualquiera de los clásicos de Chaplin, Ford, Kubrick o Spielberg. Es cine en su esencia más pura.

10/10


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