lunes, 30 de enero de 2017

Intocable. (Olivier Nakache & Eric Toledano, 2011)

Lo afortunado de una película que trata dos temas bastante sórdidos como lo son la tetraplejia y la exclusión social es precisamente no esquivar los tabús, ni siquiera regatear las diversas putadas a las que una persona se enfrenta cuando en su día a día tiene que afrontar tal condición de vida. Para ello a los personajes se les dota de fuerza a través del humor y el acercamiento, se les trata sin compasión (porque no la necesitan) y con humanidad, en ningún momento la película recurre a trampas emocionales o a la sensiblería, y sin embargo su discurso es tan potente y firme que logra emocionar. 

Es cine social dentro del cine más comercial, desacomplejado, un grito rebelde de quienes pertenecen a ámbitos excluidos, un foco de atención hacia la normalización y aceptación de las imperfecciones que nos hacen humanos. Refleja la crudeza de la lucha de quienes estando rotos o sin esperanza deben sobrevivir en una sociedad que nos empuja a ser bellos, populares, felices y bienaventurados, o en caretas cargadas de pretensión. Y lo hace con chispa y carácter, sin apiadarse por la condición de la pareja que conforma la amistad protagonista, no hay más denuncia que la de normativizar sus circunstancias y reflejar sus inquietudes como las de cualquier otro individuo. La narración te presenta a un hombre incapaz de mover un músculo de cuello para abajo al que le apetece follar, y no recurre a eufemismos para tratar su desasosiego. 


Hasta tal punto puede llegar a ser cizañera la película que ni siquiera esconde los privilegios que pueden tener sus personajes. El protagonista necesita que otra persona le dé de comer y le limpie el culo. Pero es blanco, aristócrata y respetado. Su compañero de faena es negro, pobre y marginal. Pero sus piernas funcionan. Ambos se necesitan el uno al otro, las necesidades del uno las cubre el otro. El tándem y la comprensión mutua resultan deliciosos.


Una película que trata la gravedad con naturalidad y delicadeza, sin corsé, que nos permite reflexionar sobre el suicidio que supone la individualidad y los logros que se conquistan a través de la comunicación y la solidaridad entre las personas. Y sin amabilidad, con ganas de despreciar las buenas pero superficiales intenciones de quienes se conmueven con historias como la que propone

9/10


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