sábado, 12 de marzo de 2016

'Sherlock'. Primera temporada.

Con alguna rara excepción, no acostumbro a ver series de televisión según se van emitiendo, sino que tiendo a hacerlo una vez han finalizado sus temporadas o cuando al menos tengo un puñado de capítulos de margen. 'Sherlock' sorprendió a casi todo el mundo cuando emitió su primera temporada, dando paso a una horda de fervientes seguidores, lo cual me lleva a lo que quiero decir en este primer párrafo: ¿quién no ha visto ya 'Sherlock'? Aparte de mí, quiero decir, que hasta ahora solo había visto un par de capítulos sueltos de diferentes temporadas, y desde luego el impacto de la primera toma de contacto con la serie ya lo tenía asimilado y como cualquier mortal que se acerque a ella, tarde o temprano querría verla entera. 

Así que me pongo con esta primera temporada, cuyo formato de tres capítulos de hora y media cada uno no resulta tan extraño cuando ves el panorama de las series británicas: temporadas cortas, certeras, producción ambiciosa, actores con tablas, y esa impronta british tan deliciosa. Si bien tan solo el primer capítulo hace alusión a una novela propia de Sir Arthur Conan Doyle ('Estudio en rosa' adaptando al siglo XXI 'Estudio en escarlata'), los otros dos episodios toman de él su base y cogen ciertas ideas de las novelas 'El signo de los cuatro' y 'Los planos de Bruce-Partington' para crear una trama cerrada y circular, por lo que el trabajo de fidelidad respecto a la fuente original ya es en sí mismo un hallazgo.

¿Qué decir de la propia serie? El ritmo narrativo es una bella locura, casi tan rocambolesco como la propia mente del detective. Ahorra recursos explicativos usando el propio montaje interno, sobreexponiendo sobre los planos principales las pruebas, los mensajes y todo aquello que pasa por delante de los ojos de la pareja Sherlock & Watson, y permite centrar el foco de atención en las propias investigaciones y enigmas sin detenerse en pequeños detalles que podrían fácilmente haber entorpecido el ritmo. Sin duda, la cristalización de los procesos intelectuales del protagonista es de lo más atractivo de la obra. Otra de esas técnicas eléctricas que usa para encandilarnos es ser conducidos y situarnos bajo el punto de vista del propio Watson, magnífico Martin Freeman. Su propia sorpresa y admiración es lo que finalmente se traduce en nuestra fascinación por la reinvención del personaje de Sherlock Holmes, un Benedict Cumberbatch excitado, con una lengua que parlotea a la velocidad de la luz.

Muy elaborada traslación de los métodos deductivos de un personaje del siglo XIX al 2010, sin perder la propia clave de intriga y misterio en tiempos de las redes sociales y la información, y que hace uno de los mejores usos del "hombre detrás de la cortina" que se podría haber realizado para llevarnos hasta Moriarty, el cual hace su explosiva aparición en un episodio final que invita a continuar la serie en las sucesivas temporadas. Esta miniserie es una rara avis que define perfectamente el momento audiovisual que estamos viviendo: al espectador no hay que hacerle perder el tiempo, una trama compleja puede estar perfectamente intrínseca en una historia sencilla de seguir, y el entretenimiento y la calidad de las producciones nunca deben ser incompatibles. Y desde luego consigue el hito de meterse en la maga tanto a los puristas y fanáticos como a quien no haya tocado novela negra en su vida.

2 comentarios:

  1. Cumberbatch está majestuoso. La serie es estupenda, pero ya solo por ver a Cumberbatch como Sherlock, merece la pena, sin desmerecer todo y a todos los demás, ojo. El primer capítulo es una joya de la televisión.
    Saludos.

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