jueves, 7 de septiembre de 2017

Crudo. (Julia Ducournau, 2016)

Hacía mucho que no me lo pasaba tan mal viendo una película, quizá desde 'Holy Motors', también de factura francesa. Los franceses en el cine me dan una de cal y otra de arena: o bien me alegran la vida, o bien me llevan a pensar en cavar mi propia tumba. 'Crudo' se enmarca en el segundo de los casos. Me horrorizó y desagradó hasta el punto de la arcada, y mirad, yo no veo películas para sufrir. No en el sentido físico, me refiero. Si me haces sufrir emocionalmente, me tienes ganado. Si haces que mi estómago empiece a darme señales de que algo anda mal, te odiaré con toda mi bilis.

La pretenciosidad de la película es alta, cosa que no suelo criticar porque me parece que para hacer cine tienes que creer en tu producto como si fuera a formar parte de las siete maravillas del mundo. Pero claro, cuando esa pretenciosidad se sale del tiesto y se transforma en abofetear o insultar gratuitamente al espectador, pues está feo y quedas como un violento sin causa. Y para ver gente rabiosa ya tenemos la política. Además, es que la directora, o quien haya sido el encargado de dotar personalidad a esta "joyita" ha confundido ser provocativo con ser escandaloso. Lo primero atrae, lo segundo repele. 


No sé hasta qué punto la película se toma en serio a sí misma, pero desde luego yo mientras la veía me la tomaba a broma, y de pésimo gusto. Coge ingredientes de género de terror pero se olvida del más básico de todos: crear incertidumbre. No la hay, en ningún momento quieres saber más o saber a dónde va a parar todo. Lo único que siento viéndola es asco. Ni siquiera me convence su mensaje de la presión social y de las represiones a las que somos sometidos y que una vez se liberan se vuelven salvajes. Se acerca más a la propaganda que al discurso, lo que al final convierte ese mensaje en nada. Rascándole las vestiduras un poco más: ni el estilo absurdo, bárbaro o dadaísta que imbuye el arte del conjunto convence, en la medida que no se utilizan como un medio, sino como un fin. Y cuando en cine te riges por la máxima de que el fin justifica los medios, el barco suele hundirse.


Quien la entienda, que la compre. Yo no quiero ver cine para que gente que no ve más allá de su nariz me suelten mensajes pseudointelectuales. Porque el cine es social y grupal, tanto en terreno laboral e industrial como en terreno ocioso. Si lo que pretendes es quedar por encima del espectador, te vas un rato a la mierda. Y esa es la sensación que me da cuando veo películas de este palo: que hay un director que quiere someterme a su tortura sin consenso alguno entre ambas partes. Eso se llama violación, y es una cosa muy fea.

3/10


No hay comentarios:

Publicar un comentario