Con Abrahams echado a un lado, este tercer episodio se torna menos trascendente y ambicioso que la reiniciadora de la saga y menos crepuscular y solemne que su sucesora. Su carácter resulta más episódico y humilde, y sin embargo deja sensaciones satisfactorias, tanto por la acción que no decae como por mantener la importancia en el aspecto lúdico de aquellas dos.
La química entre el reparto vuelve a ser clave, introduciendo un nuevo personaje, el de Jaylah (Sofia Boutella), que suministra la novedad y resulta lo más diferenciador, y el guion provoca inteligentemente la exploración de relaciones entre la tripulación más allá de Kirk y Spock, Kirk y Bones o Spock y Uhura. Ya que la trama no nos lleva a ningún punto inédito de la saga, al menos las entendederas y los discernimientos entre los personajes complementarios supone un aliciente y un atractivo nada despreciable. Por otra parte, Idris Elba queda algo desaprovechado como villano vengativo, relegándose a un cliché dentro del cual se esfuerza por sacarle algo de partido, pero cuyo impacto queda muy lejano del que en su momento ofrecieron Benedict Cumberbatch y Eric Bana. El potencial del enemigo en este capítulo viene dado por lo demoledor que resulta al actuar conjuntamente, y no por un líder loable.
Y pese a ser un blockbuster que pueda haberse quedado mermado por su naturaleza trivial debida a una producción parcialmente huérfana sin Abrahams detrás de las cámaras, me resulta una de las películas más entretenidas de la fase estival del año, logro que tampoco era difícil de conseguir. Además, contemplar cómo la Enterprise queda impotentemente reducida es un pequeño placer culpable, de esos que duelen pero deleitan. Aparte de observar cómo "Guardianes de la galaxia" ha influido para bien en el género, apreciando un par de momentos macarras muy satisfactorios que recuerdan a la audiencia que no estamos ante una película ante la que nos toque profundizar demasiado, sino que el objetivo es disfrutar de la aventura.
7,25/10
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